«¿Por qué vives tan obsesionada por la edad?» me preguntaba Sylvia Moscovitz cuando, después de entregarme su cartera, se colgaba de mi brazo. Llevaba el bastón en su otra mano y me aseguraba que antes, cuando era joven, ella cargaba la silla de odontólogo a su espalda porque no tenía consultorio.

 

Por: Vanessa Villegas Solórzano

Cuando pensamos que la vida da muchas vueltas y estamos seguros de haberlo visto todo, la realidad nos sorprende. Sylvia Moscovitz quiso tanto a mi abuela Margarita Córdoba de Solórzano que la recibió en su casa en Bogotá durante los años que fue Representante a la Cámara. Y más de cincuenta años después, la misma Sylvia Moscovitz fue la gran amiga y compinche de mi suegra Ruthy Klinger.

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