«Quien ha sido herido tiende a rechazar el recuerdo para no renovar el dolor; quien ha herido arroja el recuerdo a lo más profundo para librarse de él, para aligerar su sentimiento de culpa.» Primo Levi, Los hundidos y los salvados
Por: Vanessa Villegas Solórzano
Primo Levi comienza el primer capítulo de Los hundidos y los salvados con esta frase: “La memoria humana es un instrumento maravilloso, pero falaz”. Y continúa unas líneas más adelante, diciendo que “los recuerdos que en nosotros yacen no están grabados sobre piedra; no sólo tienden a borrarse con los años sino que, con frecuencia, se modifican o incluso aumentan literalmente, incorporando facetas extrañas.»
Dina Rozental y su hija Niusia son una gran fuente de inspiración para las autoras de Carreta de recetas. Hablaron muy poco de lo que vivieron en su natal Yedenitz para salvar sus vidas, pero lo poco que dijeron se lo contaban a sus nietos/hijos, Sofía; Miriam y Saúl mientras estaban en la cocina haciendo lo que mejor sabían hacer: cocinar.
En una Carreta pasada contamos la historia de cómo estas mujeres salvaron sus vidas huyendo de la Guardia de Hierro y el cuerpo de gendarmes rumanos con sus pertenencias montadas en una carreta empujada por Dina. Pero hay un hecho determinante para que Dina decidiera subir a Niusia a la carreta y huir sin rumbo por el este de Europa.
Cuentan sus nietos que un día unos soldados golpearon a la puerta de la casa de Dina Rozental. Asustada, Dina le dijo a Niusia que se quedara callada y se sentara sobre un baúl mientras los atendía. Justo antes de abrir la puerta le dijo: «Niusia, ni una palabra en yidish”. La niña de 3 años se quedó congelada sobre el baúl.
Los soldados entraron hablando fuerte y gritando, sin embargo doña Dina con las piernas temblorosas sacó fuerzas y firmeza para ofrecerles té y galleticas. Las galleticas eran nada más y nada menos que kamishbroit, unas galletas muy parecidas a los biscotti italianos de la tradición judía de Europa del este. Los soldados se sentaron a la mesa a tragarse literalmente todo el kamish que Dina les servía, mientras la anfitriona sacaba más té y galleticas para disuadirlos de sus intenciones perversas.
Cuentan que gracias a que los soldados quedaron encantados con el kamishbroit que les sirvieron, no se llevaron a Niusia y Dina para los campos, pero en ese momento ellas supieron que ya no era seguro quedarse en el pueblo y se montaron en la carreta. Dicen los hijos de Niusia, que su mamá les aseguraba que, desde entonces, sus piernas temblaban cuando escuchaba hablar en alemán, porque la memoria la llevaba nuevamente a ese momento de horror sentada en el baúl temiendo por su vida, mientras escuchaba a los soldados hablarse a gritos en ese idioma.
Primo Levi tiene claro que tanto alegrías como tristezas contribuyen a construir eso que llamamos memoria y que por ello, esas experiencias límite como las de la guerra, la represión, el desplazamiento forzado, la pérdida de seres queridos o la supervivencia, se convierten en tergiversadores naturales de los recuerdos. Aclara inclusive que, en condiciones normales, es difícil mantener una memoria férrea y sin distorsiones, de allí la importancia de ejercicios permanentes de narración, interpelación y escritura, entre otros, para que este maravilloso instrumento cuente lo que sabe y se afiance con ayuda de los contextos históricos. Pero la memoria de los vencidos y las víctimas hay que conservarla tal y como la narran, no es a ellos a quienes hay que preguntarles por la “verdad”.
En Carreta de recetas queremos contar esas historias para que no se pierdan, porque nuestro deber es, parafraseando a Levi, hablar en nombre de quienes no han podido ni pueden hacerlo.
El kamishbroit con la receta de Dina se puede encargar en el siguiente correo: kamishsf@hotmail.com