Tag Archives: Andrés Gurisatti

Ensalada de hinojo con música contra la soledad

Ensalada de hinojo con música contra la soledad

«Algún día voy a decir lo que quiero decir con sonidos, algún día»

Por: Alba Lucía Potes* y Ricardo Rozental**

El miércoles 23 de mayo de 2018 se presentaban las hermanas Labèque en un concierto de dos pianos con orquesta en el Teatro Mayor de Bogotá. Yo había sido invitado a dar una charla antes del evento y quise enfocarme por un lado en la relación entre las mujeres y el piano en Europa en el siglo XIX, y por otro, en esa misma relación en Colombia desde fines del XIX y comienzos del XX. Mi oficio me obliga a acudir a las fuentes en la medida de lo posible para evitar interpretaciones innecesarias de lo que queda consignado en los textos, pero en esta ocasión resultaba incluso más importante contactar a las fuentes, ya que pretendía hablar de las mujeres en la música y tanto esta disciplina como su historia han sido mayoritariamente dominadas por varones.

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Concha Peláez, una mujer de ciencia

Concha Peláez, una mujer de ciencia

A las pocas horas de haber ingresado por primera vez al laboratorio de vitaminas en la farmacéutica Parke-Davis en Detroit, Concha Peláez fue capaz de hacer procedimientos que los demás estudiantes tardaban casi un mes en aprender.

Por: Vanessa Villegas Solórzano

Una larga fila de personas jóvenes desnudas. Todas extranjeras, hombres y mujeres. Estados Unidos, 1953. Concha Peláez era una de ellas. Eran los exámenes médicos necesarios para ser admitidos en las universidades norteamericanas que guardaban bastantes similitudes con aquellos que se realizaban en los centros de recepción de migrantes como Ellis Island hasta 1954 frente a la isla de Manhattan. «Yo me iba a morir», dice Concha a pocos meses de cumplir noventa años y con marcado acento antioqueño. «A los hombres les daban una bolsita para guardar sus cosas y a las mujeres nos asignaban un casillero. Se me salían las lágrimas. No entendía nada». Una vez desnudos comenzaba el recorrido por una fila de cuarticos, cada uno destinado para un examen específico. «Mientras pasábamos de uno a otro me preguntaba, ¿por qué para un examen de ojos tengo que estar completamente desnuda? Los últimos cubículos eran los de las pruebas de laboratorio y el del examen psiquiátrico. Yo estaba tan descompuesta que pensé que me iban a dejar recluida en un hospital mental».

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Carreta de Margarita Córdoba

Carreta de Margarita Córdoba

Cuando nació Margarita Córdoba en mayo de 1921, su entorno antioqueño no estaba preparado para una mujer como ella.

Por. Vanessa Villegas Solórzano

Margarita Córdoba nació en Medellín, producto de una aventura entre el reconocido abogado antioqueño David Córdoba Medina y María Quiroz, una campesina. Margarita conoció a su padre pasados los cinco años. Él no sabía que de aquella aventura había quedado legado y vio a su hija por primera vez cuando doña María tocó en su casa para presentarle a la pequeña Margarita. Fue tal el parecido físico con el joven abogado que don David de inmediato la reconoció como suya. Margarita había nacido por fuera del matrimonio lo que implicaba cargar con el lastre de ser una «hija natural» según las convenciones de la época, que la ley sancionaba como «hija ilegítima» y en esa medida, de acuerdo con las costumbres colombianas que todavía perduran en algunos contextos, podía ser tratada como una persona de segunda categoría.

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Sopa de bolas de matzá para Claudia Martins

Sopa de bolas de matzá para Claudia Martins

La música y la cocina tienen en común la fuerza intangible que las atraviesa, una potencia que implica la posibilidad de recordar y revivir momentos especiales.

Un homenaje a Enrique Muknik

Por: Vanessa Villegas Solórzano

Desde 2012 el nombre de Enrique Muknik empezó a ser habitual en nuestra casa. Si bien su relación con Colombia había comenzado desde antes, el anuncio del I Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá, Bogotá es Beethoven, que se realizaría en 2013 puso el nombre de este músico y productor uruguayo radicado en Bilbao en mi radar. Con los meses, las frases «hay que preguntarle a Enrique» y «Enrique sabe» comenzaron a tomar forma, así como su rostro. Durante ese Festival pudimos dar cuenta de su grandeza como persona cuando, al escuchar los reclamos del público más habituado a los conciertos porque había gente que desconocía el protocolo de la música clásica y aplaudía entre movimientos, Enrique con una sonrisa y con total cordialidad contestaba: «los aplausos son la emoción de la música. Justamente en la época de Beethoven el público aplaudía cuando quería, porque era un gesto de respaldo a la obra, al compositor y a las orquestas. No hay que cortar esas muestras de felicidad».

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