La música y la cocina tienen en común la fuerza intangible que las atraviesa, una potencia que implica la posibilidad de recordar y revivir momentos especiales.

Un homenaje a Enrique Muknik

Por: Vanessa Villegas Solórzano

Desde 2012 el nombre de Enrique Muknik empezó a ser habitual en nuestra casa. Si bien su relación con Colombia había comenzado desde antes, el anuncio del I Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá, Bogotá es Beethoven, que se realizaría en 2013 puso el nombre de este músico y productor uruguayo radicado en Bilbao en mi radar. Con los meses, las frases «hay que preguntarle a Enrique» y «Enrique sabe» comenzaron a tomar forma, así como su rostro. Durante ese Festival pudimos dar cuenta de su grandeza como persona cuando, al escuchar los reclamos del público más habituado a los conciertos porque había gente que desconocía el protocolo de la música clásica y aplaudía entre movimientos, Enrique con una sonrisa y con total cordialidad contestaba: «los aplausos son la emoción de la música. Justamente en la época de Beethoven el público aplaudía cuando quería, porque era un gesto de respaldo a la obra, al compositor y a las orquestas. No hay que cortar esas muestras de felicidad».

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