Creerse la creída

Por: Vanessa Villegas Solórzano

Para quienes viven o han visitado Bogotá, Myriam Camhi puede sonarles a postres deliciosos, a una pastelería gourmet o a la dueña de un negocio prestigioso que salía de vez en cuando en las revistas y periódicos.

La primera vez que escuché el nombre Myriam Camhi a mediados de 1990, no fue por alguna invitación a la pastelería o a su presencia en alguna publicación, sino porque Ricardo Rozental —con quien me casaría más de veinte años después— llegó con una caja de trufas de brownie diciendo que había estado donde su prima Myriam y se las había regalado. La historia se repitió semanas más adelante con alguna otra delicia: «es que fui a donde mi prima Myriam y me dio esta caja de galletas de bocadillo».

Así, en mi cabeza —y antes de conocerla o de saber siquiera que había un negocio que llevaba su nombre— la frase «ir a donde mi prima Myriam» era sinónimo de galletas, trufas de chocolate, pastelitos de sal y de dulce. Las personas que estábamos cerca de Ricardo sentíamos «mi prima Myriam» como un ser inteligible, una deidad de los postres, le hacíamos chistes al respecto y siempre deseábamos que fuera a visitarla porque cocinaba delicioso. Tiempo después supe de la pastelería y entendí que la «prima Myriam» era un referente en la ciudad.

La sede-casa de la calle 81 con carrera 9ª en Bogotá se convirtió en lugar obligado para ver a Ruthy —la mamá de Ricardo— pues la pastelería era, prácticamente, su oficina. Ruthy llegaba con su prima Myriam desde temprano y desde allí atendía a quien quisiera verla cuando pasaba temporadas en Bogotá. En esos encuentros con Ruthy fue que, al fin, conocí a Myriam y a su esposo Jacky.

Si hay algo que me sorprendió de Myriam desde la primera vez que interactué con ella, fue su habilidad con el lenguaje. Literalmente alucinaba al ver cómo, a pesar de que su pérdida de memoria ya era notoria para ese momento, mantenía intacta su destreza para encontrarle doble sentido a las expresiones y hacer juegos de palabras. Quiero insistir en este punto porque Myriam era brillante con el uso de la lengua, siempre lo fue y ni su enfermedad pudo quitárselo. Sus asociaciones eran tan traviesas y diáfanas y, por eso mismo, tan complejas y maravillosas, que resultaban difíciles de recordar. Cada vez que le escuchaba algún juego de palabras memorable pensaba: «está buenísimo, no se me va a olvidar», y se me olvidaba. Se me olvidaron. Los cambios de sentido resultaban tan sutiles y cotidianos que, como la espuma, crecían y se evaporaban. A pesar de haberme percatado de mi incapacidad para recordar lo que Myriam decía, nunca hice un esfuerzo por registrarlo. Y lo lamento muchísimo.

La convivencia y posterior matrimonio con Ricardo hicieron que los encuentros con Myriam, su esposo Jacky, Ruthy y el resto de la familia fueran más frecuentes y no se limitaran a la pastelería, pues también íbamos a su casa y a otros eventos familiares. «La prima Myriam» de Ricardo y Ruthy comenzó a convertirse también en «mi prima Myriam», con su talento para la cocina y el lenguaje, su dulzura y cariño hacia quienes estábamos a su alrededor. Pasamos muchas horas haciéndonos compañía, jugando con las palabras, recordando historias de Buga y Cali, revisando fotos en los álbumes familiares, repitiendo la misma historia una y otra vez. Mientras, Jacky ideaba proyectos grandiosos y planeaba comidas para decenas de personas. Varias veces me propuso hacer un nuevo libro con recetas de Myriam, pero la iniciativa se le diluía ante mil ocurrencias geniales y nunca pasamos de la idea a la acción.

Por esta familia extendida conocí a Nicole Chapaval —nieta de una hermana de Myriam— y con ella en 2014 surgió el proyecto de hacer un blog llamado «Carreta de recetas» —el nombre lo sugirió mi suegra Ruthy y también da cuenta de esa fascinación por los juegos de palabras—. Como personas interesadas en los saberes culinarios, Nicole y yo notamos la importancia de las recetas para este grupo de primas (Myriam, Eliana —hermana de Myriam y abuela de Nicole— y Ruthy —mamá de Ricardo—). Veíamos cómo un montón de historias que trascendían la relación con la comida se estaban perdiendo por cuenta de la fragilidad de la memoria. Por ahí empezamos y aquí estamos: con blogs, pódcast y ahora, con un libro en homenaje a Myriam y Jacky Camhi.

A finales de 2021 Nicole me llamó para hablar de un proyecto. Tras la muerte de la pareja Camhi en 2021, su hija Denise, Nicole y Debbie —hija de Denise— habían comenzado a armar un libro, pero no sabían bien cómo organizar lo que tenían. Había exceso de ideas y estaban abrumadas. Conversamos y desde entonces estamos trabajando sin parar en este proyecto que, como leen, está cargado de emociones. Hacerlo implicaba retos para nosotras como creadoras, pues debíamos reflexionar sobre la historia familiar, particularmente sobre la imagen que queríamos dejar de Myriam —quien solía ser calificada exclusivamente como una mujer dulce y bella—. Porque, aunque parezca obvio insitir en esto, mencionar a las mujeres no basta para que un contenido tenga perspectiva de género.

Conformamos un equipo de ensueño, mayoritariamente femenino, para hacer un libro que honra la memoria de Myriam y Jacky, dos personas a quienes quisimos muchísimo. La idea de hacer este homenaje a sus padres fue de Denise Camhi, así que todas nos ajustamos a sus gustos y sugerencias. La mirada de este libro es la que ella quería dar sobre su familia, el resto del equipo la acompañamos desde lo que sabemos hacer, aportamos nuestros conocimientos y convertimos una buena idea en una publicación preciosa, que como diría Myriam, nos hará «creernos las creídas». Debbie Simhon, pastelera, redactó y preparó todas las recetas de su abuela; Nicole Chapaval, periodista, escribió los textos que narran la historia de la familia; Ariela Camhi, pastelera, compiló y redactó historias de su familia asociadas a las recetas; Rosita Fajardo, diseñadora, estuvo a cargo tanto del diseño como de la coordinación editorial; Cristina Tingle, productora, hizo la dirección de arte para las fotos y el experimentado Jorge H. González estuvo a cargo de la fotografía. Como editora, me encargué de que cada pieza de este proyecto encajara en su lugar. Contamos también con el apoyo de dos conocedoras de su oficio: Rubiela Fernández en la logística y como asistente de cocina y Patricia Guerrero fue asistente de fotografía.

El libro entró a impresión el viernes 9 de septiembre y estará listo para la venta en las primeras semanas de octubre de 2022 (acá lo pueden comprar). Espero que en sus páginas se perciba toda la emoción que significó para nosotras realizar cada una de estas páginas.

Harina de otro costal

un homenaje a jacques y Myriam Camhi

Idea y dirección general: Denise Camhi Alcalay

Preparación de recetas: Debbie Simhon Camhi

Textos: Nicole Chapaval Ventura

Diseño y coordinación editorial: Rosita Fajardo Torres

Curaduría editorial: Vanessa Villegas Solórzano

Fotografía: Jorge H. González Gutiérrez

Dirección de arte: Cristina Tingle González

Apoyo en producción: Ariela Camhi Wolf

Asistente de fotografía: Patricia Guerrero

Apoyo logístico: Rubiela Fernández

Prólogo: Vanesa Miseres

Presentación: Dalia Ventura Alcalay

Corrección de estilo: Dalia Ventura Alcalay y Ricardo Rozental Klinger

Revisión en armado: Myriam Camhi Wolf

Preprensa digital: César Rodríguez – Final Touch Digital

Impresión: Panamericana formas e impresos

ISBN: 978-958-49-6840-1