Transcripción del episodio 1 de la temporada 1 del pódcast de Carreta de recetas / Ilustración Nadia Campos-Ávila

La historia de la música barroca Ana María Fonseca Núñez y su obsesión por las músicas de tradición popular de América latina como fuente de investigación de la música de la colonia se entrelazan con el asombroso encuentro de los españoles con el tomate en 1492. La apropiación de esta fruta de origen americano y su conquista de las cocinas europeas son el el hilo conductor para hablar de barroco criollo, la educación eurocentrista y perspectiva de género en el la música académica.

Invitada: Ana María Fonseca Núñez

Recetas para entender quiénes somos, para encontrarnos en las diferencias, recetas para reconocernos, recetas de una carreta que carga ingredientes, personas, migraciones. Esto es Carreta de recetas.

Por ejemplo, en el lenguaje, en la forma de hablar… Me acuerdo mucho que cuando iba a Boyacá alguna vez, yo sentía que la forma en que ellos hablaban tenía algo que ver como con esa música que yo cantaba y ahora investigando me doy cuenta que la forma de hablar de ciertos pueblos latinoamericanos pues es como la muestra congelada de como hablaban los españoles en la Colonia.

Bueno soy Ana María Fonseca Núñez, el Núñez siempre tiene que estar

Ana María estudió música en la Universidad Javeriana de Bogotá, se graduó como pianista y a partir de allí ha acumulado títulos de maestría en música y antropología de la música. Cuando comenzamos la conversación le pregunté a Ana María por su oficio:

Soy músico colombiano, ahora música colombiana…

Parecería que Ana María tuviera problemas de identidad de género o ¿qué la lleva a contestar de esta manera? La diferencia de tono es notoria cuando habla de los instrumentos que ha interpretado en el último año.

He tocado en orden cronológico: el organetto que es el órgano medieval portátil, el claveciterium que era el clavecín medieval tardío, clavecín, piano moderno y he cantado.

Y escúchenla hablar de los proyectos que ha dirigido.

He hecho un proyecto de la música de las misiones jesuitas en Bogotá con la Universidad Javeriana con la que hice una reconstrucción de una ópera a San Ignacio y unas misas jesuitas. Otra música de esos archivos y de las sonatas que quedaron en la Chiquitanía y las sonatas de Corelli que sobrevivieron ahí. Después tuve un proyecto grande para el bicentenario donde junté muchos de los romances que sobrevivieron en distintas regiones de Colombia y otros romances que se escribieron en la época de la Independencia y que hablan de Simón Bolívar y se juntaron como en un rompecabezas que mostraba las regiones de Colombia conectadas con eso. Hice música del Siglo de oro español con «Como era en un principio» y música medieval o del Renacimiento temprano que es justo la época en que los españoles llegaron a América.

Ana María tiene claro lo que le gusta y hacia dónde quiere dirigir su atención, pero es esta misma claridad la que se desdibuja cuando habla de su oficio y debe poner la palabra músico en género femenino. Pero bueno, de eso hablaremos más adelante.

Tras pasar por varias escuelas de música en diferentes países entre los que están Colombia, Venezuela, Canadá, Alemania, Francia, Suiza y España, Ana María sintió que había quedado un vacío en lo aprendido.

Con la música popular de la época pasa que, al ser popular normalmente se transmite por tradición oral, eso quiere decir que no se escribió, lo que hace mucho más difícil encontrar fuentes históricas. Y esa es la razón por la que los musicólogos y los investigadores y la gente que se dedica a hacer música antigua simplemente asumió que no existió porque no existen fuentes escritas.

Solo cuando Ana María llegó al punto más alto de sus estudios se sintió capaz de formular en voz alta este cuestionamiento que la había perseguido por años.

Sí, lo primero que se replantea, todavía, es por qué decidí hacer yo música clásica. Claramente cuando uno empieza a estudiar un instrumento en un conservatorio como que no tiene otra opción. Pero hubo algo en la música antigua que yo sentía que había algo más cercano o con lo que yo tenía una conexión más directa. Y ahora, después de esta investigación creo que, pues claramente que la música antigua, sobre todo esta de la que estamos hablando, esta música mestiza, o estas danzas, pues tendrán que tener algo más directo en mi genealogía y en mi herencia. Y sí me cuestiono mucho, cada vez más, por qué la música de tradición europea clásica tiene que ser el centro de formación de los músicos en la mayoría de conservatorios del mundo cuando hay tantas otras formas de acceder a la música que se ignoran todo el tiempo.

La fascinación casi obsesiva de Ana María Fonseca por rastrear en las canciones de tradición popular latinoamericana señales de la música que llegó en los barcos con los conquistadores españoles a las Indias me va a ayudar a contar el viaje asombroso y algunos de los mitos alrededor de uno de los ingredientes más queridos en el mundo entero: el tomate.

Soy Vanessa Villegas y les doy la bienvenida a este, el primer episodio Carreta de recetas programa sobre cocina, género, política y cultura.   

Hoy, en Carreta de recetas, el tomate, una música barroca y el barroco criollo

Parte 1

¿De qué estamos hechos? Esa pregunta que Ana María se hace respecto a la música desde hace unos años, aparece en la cocina todo el tiempo a través de cosas muy obvias a las que no les prestamos suficiente atención.

Sí, eso tiene que ver otra vez como con esa segregación que hay desde hace tanto tiempo entre la música popular y la música académica. Para los músicos populares pensar que lo que ellos hacen tiene algo que ver con la música antigua les parece que es imposible, porque para ellos la música antigua implica música académica, entonces ellos no tienen nada que ver ahí. Y viceversa, porque los que hacen música académica no entienden por que la música popular tendría pistas o tendría algo importante que aportar a su estudio. Pero finalmente la forma que he encontrado para explicar es que tenemos una historia, que nuestra historia es mestiza, que nuestra historia está hecha también de lo religioso y de lo popular, y que la música es una forma de recontar esa historia, de irnos un poco atrás y entender de qué estamos hechos.

Alguna vez se han preguntado ¿de qué color era la comida que, valga la redundancia, comían los medievales europeos antes del contacto con América en 1492? Quizás, la mejor manera de contestar esto es haciendo un listado de los ingredientes que tiñen la comida de colores.

El verde lo aportan espinacas, acelgas, lechugas, coles y otras hojas verdes. El marrón puede venir de cebollas que cuando se cocinas adquieren tonalidades cafés, también de nabos, y los hongos sombrean la comida con tonos cafés y grises. El anaranjado lo aportan zanahorias y calabazas. El morado es cortesía de las remolachas. El rojo es uno de los colores que más nos atrae en la comida y, en su mayoría, es gracias a tomates y a pimentones dulces y picantes. Pimentones le dicen en Colombia, también llamados pimientos, morrones, chiles o ajíes, dependiendo de la variedad y el país en el que nos encontremos.

El asunto es que no todos estos alimentos estaban disponibles en las mesas medievales, ni los que existían eran tal y como los conocemos ahora. Un dato adicional, los cereales, que al cocinarse tienden a dar una coloración gris o marrón, fueron la base de la pirámide nutricional y todos debían cocerse muchísimo.

Montémonos en el barco. En los barcos que venían de la Península ibérica había bodegas llenas de cosas para comer, había animales, no solo ratas, había caballos necesarios para emprender las labores de conquista de territorios, pero también cerdos y gallinas para alimentar a los viajeros, aunque de eso nos ocuparemos en otra oportunidad. Y había música. ¿Qué música y qué instrumentos había? ¿Cuáles son esos primeros instrumentos que desembarcaron?

Pues había música, sobre todo la que hacía en la calle. Los marineros quisieron acompañar sus largas travesías con lo que solían cantar en sus casas y en sus pueblos que eran esas historias contadas a manera de romance que era la forma de contar todo lo que pasaba en el tiempo y lo que había pasado anteriormente. También de hacer sus chistes y de contar los chismes del pueblo y todos venían acompañados por las guitarras barrocas que fueron el gran hit de la música en ese tiempo y no solo de la música sino también como de la cultura popular, porque fue el instrumento que le permitió a la gente que no sabía hacer música poder tocar un instrumento y poderlo cargar y poder acompañarse siempre mientras cantaban.

Expliquemos mejor qué son los romances:

Los romances eran esas historias cantadas que venían de los juglares y de los trovadores y que tenían una métrica particular, que eran octosílabos, y que se volvieron muy populares en esa época y todavía a nosotros nos parece que esa es la forma de cantar que son esos versos de ocho sílabas que riman entre ellos.

Recapitulando, los barcos venían cargados con música, pero era la música de los marineros, de las calles, una música llamada romances que se acompañaba con guitarras renacentistas.

Pues la guitarra española durante el tiempo de la Colonia fue variando, pero la primera que llegó era la que ahora conocemos como guitarra renacentista que tenía cuatro cuerdas o cuatro órdenes de cuerdas que viene siendo también el cuatro colombiano. Después, unos años más tarde, le añadieron el quinto orden o la quinta cuerda.

Y para la mayoría de nosotros es claro que una buena parte de las músicas latinoamericanas de tradición popular coinciden en el uso de la guitarra. Obvio, esta afirmación tiene matices. Sigamos escuchando la explicación:

Bueno lo común es el romance como fuente principal de los textos y todos los derivados de la guitarra. Entonces tenemos las jaranas, tenemos el cuatro, tenemos el tres, tenemos el tiple, las guitarras… Si uno ve todos esos instrumentos con forma de ocho, de cuerdas pulsadas que se tocan rasgueados, no hay ninguna duda que donde haya una guitarra (un ukelele, porque en Hawái también estuvieron los españoles), donde haya una guitarra estuvieron los españoles entonces ese es el elemento común; el elemento unificador fue la presencia de los españoles. Lo que cambia es la parte rítmica que es como el acento la hablar: todos hablamos español, pero cada pueblo tiene su acento y esas diferencias se ven sobre todo en la parte rítmica… qué quiere decir: en la forma de tocar y también en los instrumentos de percusión. Entonces en algunos sitios hay maracas, en otros hay tambores, en otros hay zapateos… y eso hace que reconozcamos hoy en día algo como mexicano o como panameño o como venezolano y no solo como música popular latinoamericana.

Bueno la música de guitarras ósea esa música popular… quiero aclarar otra vez que la guitarra era un instrumento que no estaba bien visto por la alta sociedad, era un instrumento que era bastante vulgar y que la gente educada no quería tocar, pero facilitaba justamente contar historias. Yo creo que lo que trajo fue esa métrica y esa forma que es muy efectiva, todavía hoy en día, para contar historias y para cantar las historias que querían contar, para mandarse mensajes y conservar información y llevarla de pueblo en pueblo. Y al parecer los indígenas adoptaron esa forma, los indígenas claramente también cantaban historias y claramente ya tenían sus historias cantadas, pero adoptaron esta métrica octosílaba y la guitarra porque era bastante fácil de tocar, entonces a esas historias españolas le empezaron a agregar los ritmos, al parecer, africanos e indígenas.

Volvamos a la pregunta inicial: ¿de qué color era la comida de los pueblos europeos antes de 1492? Piensen en preparaciones hechas a base de cereales con pocos vegetales cocinados por horas, como, por ejemplo, una sopa de cebada. Piensen en platos sin tomates ni pimientos que procedían del Nuevo Mundo, sin calabazas, piñas, papas, sin cacahuates o maní, sin aguacates, chocolate, sin vainilla ni maíz, por mencionar apenas algunos alimentos que este lado del Atlántico tenía para aportarle a las mesas.

Si partimos de estas ausencias, las posibilidades de cambiar el tono amarillento-marrón de las preparaciones estaba en manos de las hojas verdes, que se sabe se consumían siempre muy cocidas. Dirán algunos que estaban las zanahorias, y sí, había zanahorias y de varios colores principalmente blancas, rojas, verdes y amarillas (busquen en Google o en Instagram porque las personas que se encargan de recuperar semillas han rescatado las de estas zanahorias y vale la pena ver sus colores), porque, aunque suene muy extraño, las zanahorias anaranjadas como las que tenemos ahora son producto de la manipulación de alimentos en el siglo XVII. Pero igual, las zanahorias se cocinaban muchísimo y perdían sus tonalidades. Bueno, también estaba la remolacha…

Para los españoles según cuentan en sus crónicas, pues eran bastante vulgares… En su gran mayoría, todo lo que tuviera esa influencia indígena o africana era para ellos muy vulgar, pero al mismo tiempo por eso muy llamativo, entonces ese tipo de danzas ya mezcladas como es la chacona o como fue la zarabanda viajaron después a España; los que venían aquí viajaban después a España y mostraban esos nuevos ritmos ya enriquecidos como con esos colores y se volvieron muy populares en Europa.

Algo parecido ocurrió con la comida. A partir de la llegada de los europeos a tierras americanas el mundo gastronómico cambió para siempre. Las preparaciones de lado y lado del Atlántico se enriquecieron con la impresionante variedad de ingredientes que tenía para ofrecer cada continente, pero en especial con la llegada del rojo a las cocinas europeas gracias a tomates y pimentones.

Bueno entonces esta música popular, estas danzas populares españolas entraron a hacer parte de la vida cotidiana en América y como había hablado ya, los ritmos indígenas y africanos se fueron mezclando con estas danzas y las fueron enriqueciendo.

Vayamos a algo muy básico, la palabra tomate trascendió a otros idiomas: tomate en español, tomatoe en inglés, tomato en alemán. Su origen es náhuatl la lengua que hablaban los mexicas, habitantes de lo que es hoy Ciudad de México, cuando Cortés llegó allí. Los mexicas distinguían varias clases de tomate y había una palabra para cada variedad, entre ellas estaban tomatl y xitomatl. Los cronistas españoles no conocían la fruta así que no comprendieron las diferencias entre las distintas denominaciones.

¿Qué ocurrió? En sus escritos no hubo distinción entre los dos vocablos. La falta de fuentes escritas del náhuatl y la novedad que esta fruta significó para los recién llegados generó una confusión lingüística que todavía se mantiene, en particular en territorio mexicano, entre tomate rojo y tomatillo verde y es imposible saber cuál era el vocablo original para cada uno si solo se toman en cuenta las fuentes escritas. Se hace necesario acudir al uso de las palabras tomate y jitomate que persiste en ciertas regiones de México para abordar el problema.

Entonces la música que se escribió tenía que tener un carácter religioso para que los monjes la transcribieran o para que se trajeran esas partituras. Gran parte de los archivos que quedan aquí en Latinoamérica son obras europeas que traían las comunidades para que fueran cantadas y tocadas aquí.

Ah bueno, ya con lo de las misiones es ese otro tipo de música que llegó, que es la música de la evangelización, es la música que traían las comunidades religiosas. La música que traían los jesuitas era sobre todo la música del Barroco italiano… eso tiene que ver con la relación que tenían San Ignacio de Loyola y San Filipo de Neri en Roma y los que estaban haciendo música en Roma en ese momento y trajeron esa música italiana y se la enseñaron a los indígenas. Y crearon escuelas de música muy parecidas a las europeas en donde los indígenas aprendían a tocar violín, aprendían a leer partituras, aprendían a cantar y luego, con el tiempo a componer en ese estilo que se parecía mucho al estilo italiano.

De eso se conserva mucho material escrito, se conservan muchos archivos y muchas partituras. Tuve la suerte de estar en Bolivia hace un par de años en un pueblo que se llama San Ignacio de Moxos que era una Misión muy importante en la época de la Colonia, una Misión jesuita y donde hace unos años reconstruyeron un ensamble a la manera de la música de las misiones donde tocan los instrumentos típicos europeos de la orquesta: violines, violas, chelos, contrabajos, oboes, flautas y hacen ese tipo de música que quedó en los archivos jesuitas.

Como vemos, los problemas de la falta de fuentes escritas no son exclusivos de la música. Algunos historiadores de la cocina como Carlos Azcoytia dicen que parte del trabajo de la Conquista era borrar al adversario en todos los sentidos, incluso en el lenguaje. Así lo hicieron los conquistadores e impusieron sus costumbres a como diera lugar. En la alimentación, por ejemplo, es evidente un desprecio enorme por la gastronomía de los indígenas. No es casualidad, dice, que en las pocas referencias que se tienen del tomate, los cronistas de Indias hablaran justamente de canibalismo y de los guisos a base de tomates y pimentones en los que, supuestamente, pretendían cocinar a los llegados de España como ocurre en la famosa crónica de Bernal Díaz del Castillo fechada en 1538 en donde cuenta «los indígenas querían matarnos y comer nuestras carnes y tenían listas las ollas con pimientos, tomates y sal»

Y lo poquito que podemos ver en la música que está escrita, de la que tenemos referencias escritas, es cuando a modo casi siempre de burla hablaban de los indígenas y de los africanos. Hay alguna información de cómo hablaban los africanos y de cómo bailaban y cómo hablaban los indígenas. Pero es muy difícil saber a ciencia cierta cuáles eran las diferencias ya localizadas geográficamente porque no tenemos ninguna referencia escrita.

Qué iban a saber los conquistadores que en realidad el Nuevo Mundo los iba a conquistar a ellos gracias a sus ingredientes, sabores y colores. Qué se iban a imaginar que en el siglo XX la cocina italiana iba a ser impensable sin tomate y que las gastronomías ibérica y húngara no tendría mayor sentido sin pimentón. ¿Pero cómo enfrentar esta dificultad de reconstruir la historia ante la ausencia de fuentes escritas?

Claro estas cosas que se transmiten por tradición oral como la cocina o como esta música popular, es bastante difícil rastrearlas en fuentes escritas, pero por eso mismo es interesante porque al rastrearlas encuentras un montón de relaciones entre las partes que no encuentras en el estudio académico musicológico de otras músicas.

Hilemos desde el texto, volvamos al tomate. El nombre científico es Solanum lycopersicum, Lycos es lobo en griego, persicum quiere decir que viene de Persia. Y pues no, el tomate no es un lobo persa, pero sí está asociado al mito del hombre-lobo.

Así comenzó a hilar Ana María:

Bueno, «Como era en un principio» es un proyecto que va a cumplir once años ya y que nació de una curiosidad que tuve después de oir a un grupo de música llanera que se llama «Ensamble sinsonte». Estábamos en el «Festival de música de Cartagena» y cuando los oí tocar por un lado me parecía fascinante oir música popular en la mitad de un festival de música académica porque claramente rompe un montón de cosas que tienen los conciertos de música clásica, pero por otro lado hubo algo ahí que yo dije: eso me suena a música antigua. No entendía muy bien por qué entonces decidí hablar con ellos y proponerles que nos reuniéramos y tocar un poco de esa música española que había descubierto yo hacía poco tiempo. Finalmente funcionó y nos hemos dedicado a eso de la investigación de la música popular de la Colonia de la cual no tenemos ninguna fuente escrita pero que está viva en las músicas populares latinoamericanas.

Lo que tenía Ana María era una intuición. Una sensación de que esas piezas que estaban sueltas en su cabeza comenzaban a tomar sentido, allá, en Cartagena, en un concierto de música proveniente de la tradición de los llanos orientales de Colombia, aquella región de enormes llanuras fronterizas que comparten Colombia y Venezuela. Y se atrevió

Entonces en la guitarra barroca (hay un guitarrista barroco en el grupo)…

Ana María se refiere a su compañero de aventuras coloniales Juan Camilo Araoz, músico y guitarrista barroco, laudista y tiorbista.

… nosotros desde la partitura tocábamos exactamente lo que estaba escrito y ellos dicen: me suena como a un torbellino o esto me suena a mi como a un pajarillo o esto me suena a mí como a una guafa y empezaron a crearse esas conexiones.

Ellos, quiere decir los músicos tradicionales que contactó y que ahora hacen parte de «Como era en un principio». Y es que, según sus investigaciones, al igual que ocurre con las tradiciones culinarias, la música colonial está viva en las músicas populares de América latina

Uno empieza a hilar conexiones justamente desde el texto. Entonces se da uno cuenta que en los Llanos orientales todavía cantan romances muy antiguos con textos que claramente vienen de España. Y también se da cuenta uno que como la guitarra barroca estuvo aquí y es la abuela del cuatro y del tiple, pues esa es una tradición que nunca se paró. Entonces fue interesante ver como estos músicos que nunca habían tenido contacto con la música antigua al oir una chacona o unos canarios sentían que era igual o muy parecido a lo que ellos suelen tocar en la música llanera o en la música andina. Ahí empieza uno a atar cabos y se da cuenta que esta es una tradición viva que nunca paró.

El tomate, los pimientos, las papas, el tabaco y las berenjenas pertenecen a la familia de las solanáceas, a la que también pertenece la mandrágora, una planta conocida en el medioevo por sus efectos venenosos. La berenjena es la única de las solanáceas comestibles que no tiene origen en el continente americano y de esto también hablaremos en un próximo episodio.

El hecho es que la mandrágora solía encontrarse en los rituales de hechicería medieval, esa era la asociación común de las personas hasta el siglo XV con dicha familia de plantas: las pócimas mágicas. Por favor háganle una búsqueda en Google a la mandrágora para ver la belleza de grabados medievales en los que se ve la raíz de esta planta dibujada con un rostro maléfico. Y les recomiendo también, que por muy bella que la encuentren, no la cultiven en casa pues su toxicidad es peligrosa para humanos y animales domésticos.

Piensen en esto: cuando los barcos regresaban a Europa con tomates y pimientos, la primera reacción de la gente fue de temor, pues, como les dije, la única solanácea comestible para entonces en Europa era la berenjena. Además, eran frutos rojos, y en la naturaleza muchas veces los colores brillantes son señal de advertencia, como ocurre, por ejemplo, con los vistosos hongos rojos que son tóxicos.

Literalmente los europeos temieron morir envenenados o sufrir efectos de hechicería. Se dice que de esa asociación con la hechicería y de un mito que sugería que había unos frutos similares al tomate (seguramente venenosos) que ahuyentaban a los lobos y evitaban que los humanos se convirtieran en licántropos, hombres lobo, fue que resultó el nombre científico de esta fruta.

Parte 2

Recetas para entender quiénes somos, para encontrarnos en las diferencias, recetas para reconocernos, recetas de una carreta que carga ingredientes, personas, migraciones. Esto es Carreta de recetas.

Al igual que el mito del hombre lobo que sobrevive en el nombre científico de nuestro querido tomate, en las letras de algunas canciones latinoamericanas de tradición popular quedan rastros de lo que llegó en los barcos.

Lo que ha ido pasando es que al encontrar que los textos de los romances sí sobreviven en Latinoamérica y que todavía son cantados en muchísimos países, no solo la adaptación moderna de los octosílabos y de historias modernas sino historias muy antiguas que tienen que ver con Carlomagno y su hija, lo que se ha hecho es investigar qué música se usa para cantar eso y lentamente hemos ido encontrando que tiene muchísima relación con las pocas fuentes que hay de guitarra barroca y de romances cantados españoles.

A la música hecha en América entre los siglos XVII y XVIII se le ha llamado barroco americano, sin embargo, Ana María se distancia de esta denominación por considerar que impone la mirada europea sobre lo que ocurrió de este lado del mundo dejando por fuera muchos matices.

Al Barroco latinoamericano se le llamó así, porque pasó al mismo tiempo, pero yo creo que la denominación otra vez tiene que ver con relación con Europa, pero no con el fenómeno que pasó aquí. Y lo criollo es porque ya estaba mezclado… porque el americano no necesariamente implica la mezcla entre lo español, lo indígena y lo africano, en cambio el criollo sí tiene que ver como con esa mezcla y con esa forma de adaptarse a las condiciones y a la gente que estaba aquí. Eso incluye a los españoles y eso incluye a los religiosos, a los indígenas y a los africanos.

La mirada europea no solo ha servido para desconocer aspectos distintivos de esta música, sino que cargó los prejuicios racistas y clasistas que venían en los barcos y consideraban lo que había en América como inferior.

Con el Barroco americano pasa además que se considera como de menor categoría, justamente por la mezcla y por esto del mestizo, y porque tiene ese aire de popular. Entonces se considera que es un poco más fácil…

Y aunque suene paradójico, han sido los europeos quienes se han interesado más por la música del Barroco criollo, pero en esa aproximación siguen primando los rasgos paternalistas.

Los europeos increíblemente sienten una fascinación así, bastante exótica, por ese repertorio, pero para los mismos latinoamericanos es considerada, creo, como música de menor nivel. Ni hablar de la música popular de la que hablaba, de la música popular de la Colonia, o de esos romances, porque al no estar escritos y al no haber fuentes se considera que no es lo suficientemente importante o complicada para estudiarse en un conservatorio.

En esto tiene que ver mucho la educación occidental eurocentrista que en la música académica es particularmente fuerte. Alrededor del Barroco criollo se han construido un sinnúmero de prejuicios equivalentes, quizás, a los que hay acerca de la historia de la conquista, empezando, por ejemplo, por el cuento repetido en los libros de historia de primaria que narraba cómo los españoles engatusaron a los indígenas con espejitos y también por el término mismo «conquista de América» que solo se vino a reevaluar quinientos años después.

Sí, yo creo que ahí hay una tendencia en buscar esa historia y buscar eras atrás y ver qué fue lo que pasó con nosotros. Porque desde la forma en que nos enseñan, desde la historia que se nos da en el colegio o la forma en la que se nos enseña la historia de la música hay como un borrón en los temas que uno ve. La Colonia la muestran de una forma así muy escueta: ¡llegaron los españoles, mataron a los indígenas, se acabó!

Parecería entonces que Ana María navega contra una corriente muy fuerte como lo es la tradición extremadamente ortodoxa de ciertos sectores de la música académica, en particular desde su posición de mujer latinoamericana.

Por otro lado… ya en la academia, pues, los académicos no están muy de acuerdo con la interdisciplinariedad que esto supone. Porque se necesita la musicología por un lado y se necesita la antropología de la música y la etnomusicología, pero siempre con la mente muy abierta, porque la etnomusicología entonces va a decir siempre que esto es solo indígena, y la musicología va a querer buscar solo las fuentes históricas… Si esas disciplinas no se ponen de acuerdo pasa lo que ha pasado hasta ahora y es que hay un hueco en la investigación o que las investigaciones siempre están sesgadas por alguno de los dos lados.

No se trata entonces de jugar al sabio explorador europeo que va a analizar la nueva especie de plantas recién descubiertas para luego insertarla dentro de una categoría ya establecida, no se trata de que el tomate evite que nos convirtamos en licántropos. Se trata, en cambio, de un acercamiento al conocimiento que implica tener la mente más abierta, estar dispuestos a fallar y sobre todo a replantearnos quiénes somos.

Esa es la dificultad de un músico o de un estudiante de música si se quiere acercar a este repertorio… Los europeos, ellos han sido los que han editado gran parte de esa música, porque han tenido los medios económicos y porque han tenido también la gente capacitada para entender esos manuscritos y para hacerlo. Pero tristemente se ha quedado en que los europeos vienen, editan y graban y tristemente en esta época de Spotify y Youtube, pues la gente una vez la música está grabada es como si quedaran dueños de eso y de una sola forma de hacerlo. La gran mayoría de grabaciones que conocemos del Barroco americano o del Barroco criollo están hechas por europeos.

Piensen en la fuerza que tiene la apropiación cultural. Piensen en el ya repetido ejemplo de la cocina italiana sin tomate o de la gastronomía española sin pimentón. La apropiación de estos alimentos ha sido tan fuerte que a la mayoría de nosotros nos resulta muy difícil pensar en esas tradiciones culinarias sin estos ingredientes. Ese es su poder, pero ahí también radica su peligrosidad.

Tras once años de trabajo esto es, en resumen, lo que ha aprendido sobre los prejuicios:

Esa es importantísima. Es difícil porque los prejuicios existen de lado y lado. Entonces: para los músicos académicos, los músicos tradicionales saben menos. Por un lado, existe una admiración como a ese virtuosismo y a esa facilidad empírica, pero por otro lado, pues ellos no están formados. Y los músicos populares creen que los académicos estamos bien formados, pero somos no muy hábiles. Está la cosa desde el lado popular de que los académicos solo ensayamos, pero no tocamos, y los académicos creen que esa gente solo toca, pero en realidad no ensaya, como diciendo: no piensa. Esa ha sido una de las experiencias más complicadas, pero al mismo tiempo más enriquecedoras en mi práctica musical y es entender que ambos lados tienen un poco de razón: la música no se puede quedar solo en la teoría o en esa búsqueda de una perfección impuesta, pero tampoco puede ser solo empirismo y «eso sale» y no importa si ensayamos o no ensayamos. Creo que hemos encontrado un equilibro, pero todo el tiempo tiende a romperse.

Ahora piensen en otro tipo de apropiación. Volvamos a la explicación de Ana María cuando le pregunté por su oficio:

Porque «música» es «la música» y músico es el que la ejerce sin importar si es hombre o mujer… eso es lo que… es como lo que se usa más. «Música» se deja para… para «la música».

Me sigue sonando demasiado raro que a las mujeres músicas esta explicación les parezca suficiente. Y aclaro que Ana María no es la primera ni la única que lo repite así, casi sin considerar el peso del argumento. Lo pienso de nuevo y veo la fuerza de la culpa que trae consigo, como si fuera una justificación medieval de cuando las mujeres no podían hacer música y en consecuencia resultaba imposible declinar la palabra en femenino. No tengo idea de dónde salió esta explicación, el hecho es que es sumamente misógina, pues las pone en la situación de compararse con el arte mismo y las culpabiliza de antemano por no dar la talla.

Escuchemos a Ana María hablar de sus estudios:

Yo estudié primero piano por muchísimos años. En la [Universidad] Javeriana me gradué, pero empecé desde muy joven en la [Universidad] Nacional y después en una academia y después en la Javeriana me gradué finalmente como pianista, pero en la mitad de la carrera en la Javeriana tuvimos contacto con la gente de la Schola Cantorum de Basilea que vinieron a hacer unos talleres de música antigua. Para ese momento yo creo que fue la primera aproximación de muchos de nosotros a la música antigua y nos gustó tanto que nos convertimos a la música antigua. Después de ahí estuve en Caracas en la «Camerata de Caracas» con Isabel Palacios que es un grupo que me enseñó muchísimo sobre la interpretación histórica y sobre qué era lo que significaba hacer música barroca en Latinoamérica justamente. Después terminé en Europa, un rato en Berlín y finalmente en Basilea en donde estudié clavecín, fortepiano, canto, dirección de ensambles y música medieval. Si, he estudiado suficiente…

Después de oírla ¿queda alguna duda de que ella es música y directora? Y solo por si hiciera falta acudir a una fuente calificada, cito a Fundeú, la Fundación para el español urgente, en su artículo sobre las declinaciones en femenino:

«Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden».

Y si bien Ana María enfrenta dificultades para reconocerse como directora en el lenguaje, sus colegas parecen ignorar sus capacidades por el simple hecho de ser mujer

Yo creo que el intérprete, pues normalmente si hay un director que le está diciendo qué tiene que hacer, pues uno simplemente obedece y ya. Si hay algún tipo de discusión profesional se queda un poco en lo que es, pero no se ponen a prueba ese tipo de jerarquías… Cuando dirijo sí se ponen a prueba y no es fácil. Entre músicos ya de hecho es complicado siempre por los egos y… en fin, pero con las mujeres (y no solo lo he visto en mí sino en otras mujeres) sí es complicado que la gente no escucha solo por el hecho de que lo está diciendo una mujer.

En el mejor de los casos la oyen, pero la mayoría de las veces quieren explicarle cómo hacer las cosas mejor, término también conocido como «machoexplicación» que viene de la expresión en inglés mansplaining.

Pues sí, sobre todo cuando yo tengo que explicar algo, porque en mi oficio de directora muchas veces es mi responsabilidad tomar una decisión artística y explicársela a los demás, la reacción más común cuando no les gusta, sea porque se sienten atacados o porque implica más trabajo o porque simplemente no están de acuerdo artísticamente… sea lo que sea la reacción es devolverme mi explicación con una explicación muchísimo más larga y complicada de algo que yo ya sé y que de hecho soy yo la que les estoy explicando. Esa es la forma de enseñarme y de demostrarme a mi que yo no sé y ellos sí saben y por eso ellos tendrían que decidir lo que yo estoy decidiendo. La parte más absurda de todo eso es cuando yo digo: entonces si lo tienes tan claro ven y diriges tu. Y esto me lo han dicho muchos, me dicen: es que dirigir es lo fácil, lo difícil es hacer caso, entonces a mi me gusta más hacer caso porque es más difícil, porque dirigir es muy fácil. Me parece que siempre es esa forma de manipular todo y hacerme sentir que definitivamente lo más fácil es lo que hago yo y ellos podrían hacerlo mucho mejor pero no lo hacen porque quieren hacer lo más difícil que es hacer caso entre comillas.

Y esta también es una escena habitual:

Me ha tocado muchas veces acudir a mis amigos hombres para que hagan algún tipo de negociación o que pongan a trabajar al que tiene que trabajar o que no ha mandado algo… casi siempre me toca recurrir a hombres porque la gente simplemente no funciona. Como que deciden no funcionar y no trabajar y para que las cosas sucedan a veces tengo que acudir a que un hombre negocie con otro hombre.

El lenguaje es dinámico, impulsa las transformaciones culturales, las jala, obliga a los hablantes a pensar cosas que hasta el momento habían sido imposibles de nombrar. Los españoles llevaron no solo la fruta sino la palabra tomate a tierras europeas y a partir de esta apropiación la gastronomía del mundo entero se transformó para siempre, pero todo empezó con nombrar la fruta, con pronunciar la palabra tomate en español.

Creo que esta preguntadera todo el tiempo ¿de dónde vengo?, ¿de dónde viene eso?, y ¿será que eso de pronto tiene que ver con lo que soy yo? Me parece que es una cosa que es cierta, cada vez más gente y más colegas estamos en esa búsqueda de reconocernos y de tratar de entender de dónde venimos.

Muchas veces para saber quiénes somos debemos hacernos preguntas muy obvias, porque, como se repite tantas veces por ahí, lo más evidente es también lo más difícil de ver.

Créditos

Mira como bailas, el disco de «Como era en un principio», lo puede encontrar en Spotify, Amazon y Apple music. «Como era en un principio» tiene una página de Facebook y a Ana María Fonseca la encuentran en Instagram donde la pueden ver interpretando algunos de los instrumentos medievales mencionados en este programa.

Ricardo Rozental es escritor y especialista en música, hace el diseño de sonido de este podcast y es mi equipo de producción.

La investigación y el guion son hechos por mi, Vanessa Villegas Solórzano.

Carreta de recetas es un podcast sobre cocina, género, política y cultura. Para más historias y recetas migrantes visiten la página web Carreta de recetas punto com.

Ilustración del episodio: Nadia Campos-Ávila síganla en Boe_Camarón.