Transcripción del episodio 4 de Carreta de recetas pódcast. Ilustración de Diego Corzo-Rueda.

La historia del plátano tiene una relación profunda con la resistencia de las comunidades afrodescendientes del continente americano. Explorar el uso de este ingrediente en distintas regiones de América latina, África y Asia será el puente para continuar la conversación con los realizadores Alejandra Quintana y Adrián Villa quienes cuentan qué pasó con el documental «Por qué cantan las aves» y la firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP.

Invitados: Alejandra Quintana Martínez y Adrián Villa Dávila

Recetas para entender quiénes somos, para encontrarnos en las diferencias, recetas para reconocernos, recetas de una carreta que carga ingredientes, personas, migraciones. Esto es Carreta de recetas.

En el episodio anterior vimos lo complicado que resulta escoger una palabra inequívoca para hablar del plátano en el mundo hispanoparlante. Si hubiera que sacar una conclusión de lo expuesto, quizás lo mejor sería decir que no existe una respuesta ciento por ciento correcta. De hecho, mi propia selección, plátano, resulta errada en varios países, al punto que puede llegar a ser incomprensible para muchos. En caso de que no hayan escuchado el episodio anterior, háganlo.

También en el episodio anterior conocimos a Virgelina Chará, Luz Aída Angulo y Daira Elsa Quiñones, tres mujeres afrocolombianas, víctimas del conflicto armado en ese país. Ellas y sus cantos son protagonistas del documental «Por qué cantan las aves», en el que se destaca la manera en que estas lideresas han recreado sus territorios en la capital colombiana con música, teatro, medicina ancestral, costura, gastronomía y huertas urbanas.

[Adrián Villa] Cada una de ellas, digamos, viniendo de un contexto semejante como la cultura afro en Colombia en donde se comparten, digamos, tradiciones en la música pues que acompañan la vida cotidiana, que se convierten también en una forma de narrar la diáspora africana, son también cantos de resistencia… o sea la música para la cultura afro, lo que yo aprendí en este documental fue un poco eso que juega un rol demasiado complejo. Entonces tiene un rol dentro de lo cotidiano, con el trabajo, con la comida, un rol también dentro de los ciclos de la vida como tal: el nacimiento, la muerte, la enfermedad…

Alejandra Quintana Martínez y Adrián Villa Dávila, realizadores de este proyecto, nos siguen contando sobre el documental.

[Alejandra Quintana] La gente pues resalta eso: cómo siendo un documental que aborda algo tan duro como es la violencia en el marco del conflicto armado, las situaciones de las mujeres, pues finalmente la estética audiovisual y la música hacen que sea contado desde otro lado.

Alejandra y Adrián narraron lo laborioso que fue construir puentes de confianza con Virgelina, Daira y Luz Aída, pues a ellas la mayoría de sus relaciones con personas mestizas o blancas, les habían traído decepciones.

[Alejandra] Entonces yo creo que para ellas también fue como ese proceso entre comillas sanador de que efectivamente hay gente en Bogotá, blancos, en los que podemos confiar.

Y hablaron de lo que significó para ellos como realizadores, establecer un diálogo con las protagonistas del documental.

[Adrián] Puede sonar un poco ingenuo o infantil, pero fue dar un poco mis primeros pasos en cuanto a cómo uno puede narrar el conflicto aquí en Colombia, cómo puede uno aproximarse a realidades en donde se ha vivido el conflicto. Entonces, para mí por un lado, fue una gran escuela en escuchar y en efectivamente darme cuenta no sé si del poder reparador de la narración pero sí de la necesidad de la narración, como la importancia que tiene la palabra en contextos de violencia.

Para hablar de reconciliación es indispensable reconocer la existencia de un conflicto y nombrarlo con palabras precisas es una primera manera de aproximarse a él. Hoy en Carreta de recetas seguiremos hablando de guineos, bananos, plátanos, dominicos, bocadillos, cambures, gualeles, bananas, plátanos de la isla, murrapos, plátanos machos, majonchos, topochos, plátanos de seda, barraganetes, manzanos, hartones, maduros, plátanos mequeños, tabascos, bellacos, guayabos, oritos y las demás formas habituales en las distintas regiones de Latinoamérica para esta extensa fraternidad que comprende el género Musa.

Soy Vanessa Villegas y les doy la bienvenida a Carreta de recetas un programa sobre cocina, género, política y cultura.

Hoy en Carreta de recetas: El plátano, resistencia femenina y cantares afrocolombianos segunda parte.

PARTE 1

«Sin importar la limitación de su uso en algunas regiones del continente, el plátano es una de las varias muestras de africanía que recorre nuestra América, aún en países en donde se ha hecho un ingente esfuerzo por invisibilizar las marcas del aporte cultural, específicamente culinario, de las y los esclavos africanos traídos a tierras latinoamericanas». Así describe el legado del plátano en nuestras cocinas la investigadora colombiana Giobanna Buenahora en el prólogo del libro Fogón de negros de Germán Patiño para la edición de 2012 editada por el Ministerio de cultura de Colombia. Y es que, tras salir de Asia, el plátano se instaló durante casi mil años en el continente africano en donde se convirtió en un alimento preferido tanto por su versatilidad como por su alto valor nutricional.

De hecho, uno de los argumentos más frecuentes para explicar por qué en muchas regiones de Latinoamérica esta fruta se conoce con el nombre de «guineo», apela a que los plátanos llegaban de África en los barcos cargados con personas esclavizadas y para entonces también era frecuente llamar «Guinea» a África occidental. A pesar de que a la explicación le falta peso para considerarla del todo convincente, sí parece marcar una relación muy fuerte entre la fruta y el continente africano… Esto es sencillo señalarlo en retrospectiva…

[Alejandra] Ahorita parece como muy fácil entre comillas como ubicar a Daira desde de lo poético, a Virgelina desde lo político, a Luz Aída más desde lo cotidiano, pero eso nos costó un montón.

El último paso antes del estreno fue que las protagonistas vieran el documental, todavía faltaba hacer ajustes de sonido y no había más tiempo, sin embargo, era crucial que ellas lo vieran primero. Si bien de lado y lado se había establecido una relación de confianza muy fuerte, narrar la vida del otro, en este caso de tres mujeres en las que se conjugan historias de vida dolorosas y liderazgos muy claros, no es tarea sencilla. Esa noche Alejandra y Adrián iban a exponer ante Luz Aída, Virgelina y Daira la manera en que ellos, un par de extranjeros, habían entendido sus historias de vida, sus recorridos, su fuerza, sus dolencias y sus reclamos. Este ejercicio, además de afianzar la confianza mutua, sirvió para que entre las mismas protagonistas reconocieran sus cualidades.

[Alejandra] Estuvimos como tan pendientes de lo que eran ellas, de lo que querían, de hasta dónde nos permitían… fue como un diálogo tan fluido que ninguna tuvo algún reparo, se sintieron totalmente identificadas. Y fue también bonito porque ahí están los distintos liderazgos, pero se reconocieron en que obviamente desde lo poético, desde lo político y desde lo cotidiano coinciden en una misma lucha, en un mismo objetivo.

En agosto de 2016 el gobierno de Colombia anunció que, tras cuatro años de negociaciones con la guerrilla de las FARC-EP, se había alcanzado un acuerdo para la terminación definitiva del conflicto. El lanzamiento de «Por qué cantan las aves» coincidió con ese anuncio que luego sería el inicio de la desmovilización y, al menos en el papel, el fin de un conflicto armado que ha dejado miles de víctimas. Esa no ha sido la única coincidencia de este documental con el proceso de paz.

[Alejandra] Tiene como un halo mágico el documental porque efectivamente coincide siempre con alguna fecha como emblemática que tiene que ver con el Acuerdo de paz. Porque era como todo el auditorio emocionado de la firma del Acuerdo… pues justo un documental que está hablando de mujeres, música, conflicto armado, las afectaciones… ellas al final hablaron como de la importancia de la firma del Acuerdo de paz. Cada una desde su liderazgo, entonces fue superbonito…

Además de los aprendizajes mutuos a lo largo del rodaje, presentar el documental con la presencia de Daira, Virgelina y Luz Aída ha hecho que la película y sus protagonistas ganen una nueva dimensión.

[Adrián] De hecho, cada vez que se presenta el documental y que ellas estaban ahí acompañándonos, hablaban y podían estar hablando una hora u hora y media con el público que estaba allí y casi que ese contexto en el que el público podía hablar con ellas o escucharlas, terminaba a veces siendo más fuerte que el mismo documental, porque sí, proyectan mucha fuerza.

Pero quizás, lo más importante es que Virgelina, Daira y Luz Aída sienten que las representa.

[Adrián] También. Es su documental y creo que en ese sentido ellas sí se apropiaron de él por completo, entonces creo que el día que ellas lo vieron y que se emocionaron, se conmovieron, lloraron, rieron, o sea de verdad sentimos que hubo una conexión humana muy bonita de ellas con el relato que se logró allí. Y la manera en que se lo apropiaron durante los años que siguieron…

El plátano tiene una fuerte tradición en la culinaria afrocolombiana. De hecho, como lo señalaba al comienzo, esta fruta está vinculada con las comunidades afrodescendientes de buena parte del continente americano. Si hubiera que definir esa relación, la palabra perfecta sería resistencia. En los barcos que transportaban personas esclavizadas de África el plátano fue parte esencial en su alimentación. Esos transportes también embarcaron toneladas de retoños que fueron plantados en los distintos lugares de desembarco con el fin de seguir alimentando a la población traída a la fuerza desde África. Como la mayoría de estas personas habían sido campesinas en sus tierras de origen, conocían bien las labores de la tierra de manera que, una vez en América, sometidas a sus amos o cuando lograban escapar o eran liberados, a la primera oportunidad sembraban un retoño de plátano. Sabían que esta planta y su maravillosa fruta podía garantizarles una buena fuente de alimentos durante todo el año. Pero quizás lo más importante: era una fuente de memoria, una manera de conectarse con su territorio, con esas tierras de donde habían sido sacados a la fuerza. Era una manera de seguir vinculados con su historia a través de la alimentación.

Algo parecido ocurrió con Virgelina, Daira y Luz Aída. Tras haber tenido que huir de sus territorios porque sus vidas corrían peligro, cada una de estas mujeres encontró la manera de mantener un vínculo simbólico con el lugar de donde había tenido que salir. Y lo lograron gracias a esos elementos que las identifican, que definen como parte de una comunidad y de una cultura: el canto, los relatos, la costura, la cocina y los conocimientos sobre plantas.

[Adrián] Es que yo reconocía también la fortaleza y el valor de cada una de ellas, ¿no? Que a pesar digamos de no tener, no sé, para el almuerzo, la voz de ellas o la presencia de ellas nunca se disminuía. O sea, son mujeres que tienen una dignidad impresionante y uno de eso aprende enormemente. Yo quedé tremendamente agradecido con ellas fue de todas esas lecciones que uno no termina de definir ni en un documental, ni en un pódcast, ni en nada… excede un poco como todo tipo de expresión y está es como en ellas.

El plátano como símbolo de resistencia va mucho más allá de ser un alimento que acompañó los dolorosos días de esclavitud y la discriminación que subsiste, pues supo adaptarse y asumir las formas y gustos de las diversas comunidades que lo acogieron.

Cuando el plátano llegó a territorio americano ya acarreaba la compañía de numerosas tradiciones culinarias de diversas partes del mundo. Como la fritura, por ejemplo, que los españoles aprendieron de los moros y estos a su vez de los pobladores de África central. El gusto de combinarlo con azúcar y canela viene de las mesas medievales seguramente influenciadas por los árabes y los persas que a su vez lo habían adoptado de su contacto con la India, mientras que el uso del chile o ají como complemento, se dio en este lado del Atlántico gracias al encuentro con esta familia de plantas originarias del Nuevo Mundo.

Las costumbres alimenticias resultan una buena aproximación a esas migraciones que pasan desapercibidas en la vida cotidiana para muchos de nosotros. Fogón de negros, el libro de Germán Patiño Ossa retrata las múltiples tradiciones culinarias que se amalgamaron en la región pacífica colombiana en donde los afrodescendientes, particularmente las mujeres, han estado a cargo de la cocina desde la Colonia. Dice la cita: «Toda la marca de la africanía está en nuestros bocados, que a veces sirven de entradas y siempre son buenos acompañantes». Y Patiño continúa: «en las doradas y translúcidas tostadas de plátano verde; o en las marranitas, que don Leonardo Tascón [un ilustrado del suroccidente de Colombia] describía, con cierto desprecio, así: “pasta blanda que las gentes pobres hacen de plátano verde asado y machacado y al cual le agregan chicharrón”». Y Patiño concluye: «pero él las confundía con el sango nariñense, pues, desde luego, las marranitas se basan en plátano frito y no asado».

Sin embargo, esas tradiciones que tanto celebramos a la hora de comer y compartir contrastan con maltrato que reciben los afrodescendientes de América. Les han robado sus tierras y derechos sin que ningún proceso haya logrado restituírselos.

[Alejandra] Dele, dele y dele hasta que ya se cansan y dicen: «¿Sabe qué? Ya no más, no doy más. No me restituya nada, porque el gobierno no está haciendo nada ni las instituciones van a hacer nada». Entonces eso también es muy duro. Es pensar… eso fue en 2015 que empezamos, estamos en 2020 y siguen igual… siguen peleando, siguen luchando y no hay apoyo… siguen estando acá en unas situaciones precarias, pero siguen con una dignidad impresionante estas mujeres. ¡Pero todo sigue igual, siguen en las mismas condiciones!

Alejandra y Adrián no fueron ajenos a este dolor.

[Adrián] Pero pues era inevitable. Es una desigualdad estructural muy compleja en la que precisamente la misma enunciación, digamos el proceso de enunciar esas desigualdades a través de un documental pues inevitablemente también replican esas mismas desigualdades y reflejan como toda esa inequidad.

PARTE 2

Recetas para entender quiénes somos, para encontrarnos en las diferencias, recetas para reconocernos, recetas de una carreta que carga ingredientes, personas, migraciones. Esto es Carreta de recetas.

Hablar de preparaciones con plátano es, nuevamente, enfrentarse a un rompecabezas. Parte de su apreciada versatilidad radica en que cuando está verde esta fruta almacena energía en proporciones de veinticinco partes de almidón por una de azúcar y gracias a esto su valor calórico es comparable con el de las papas, por ejemplo. Cuando maduran, algunos plátanos prácticamente invierten la mencionada proporción alcanzando veinte partes de azúcar por una parte de almidón. Ese gusto dulce, aromático y frutal ha convertido al plátano, cuando está maduro e incluso sobremadurado, en protagonista de innumerables preparaciones de sal y de dulce.

Entender que tenemos un pasado colectivo a pesar de las diferencias en las denominaciones de los plátanos los nombres y las presentaciones en que solemos comerlo es una forma de rastrear una historia culinaria común, eso que nos hermana. También es una forma de derribar prejuicios acerca de los demás.

[Alejandra] Ver que el documental me ha servido también para trabajarlo con escoltas hombres, para sensibilizarlos sobre masculinidades no violentas y corresponsables, sobre cómo abordar la no violencia contra las mujeres, cómo trabajar y ser escolta de una lideresa mujer. Y por otro lado también lo he utilizado con la Policía Nacional en las sensibilizaciones en el territorio en un proyecto de prevención y atención de violencia contra las mujeres. Entonces cuando hablamos del tema del análisis de bueno por qué, cómo entender también a las lideresas, sobre todo porque la policía tiene sus sesgos fuertes contra el liderazgo. Entonces cómo hacer para que la policía entienda quiénes son esas mujeres lideresas, entonces ahí también es increíble el poder del documental.

Y es que reconocernos como parte de un universo más grande y complejo es el primer paso para entender desde dónde estamos juzgando, de dónde vienen nuestros prejuicios, nuestras tradiciones y el últimas, para cuestionar quiénes somos.

En la India y buena parte del sudeste asiático un plato callejero tradicional consiste en trozos de plátano maduro rebozados y fritos en aceite de coco. En Indonesia el plátano maduro es un postre popular en diversas formas: bien sea frito cubierto con azúcar y canela, cocinado en un almíbar espeso o envuelto en masa y luego frito y rociado con ajonjolí.

En Costa de Marfil se come alocó o plátano maduro frito servido con cebolla ychile. Con algunas variaciones locales, este plato también es popular en Nigeria y Burkina Faso. En Ghana es habitual que, en las noches, tras la fiesta, las personas coman kelewele o trocitos plátano maduro frito sazonados con especias que se sirven acompañados con un guisado de fríjoles. De hecho, esta preparación, ha trascendido fronteras y es habitual encontrarla en Europa y Norteamérica en vecindarios con población africana.

Desde Senegal pasando por Sierra Leona, Camerún y Nigeria hasta los Congos es tradicional servir un puré preparado con mitad plátano y mitad yuca o ñame que se llama fufú. Miren lo interesante que se pone todo. En el Caribe también existe el fufú: en Cuba conserva el nombre africano y la receta sufre variaciones de acuerdo a la zona, mientras que en República Dominicana al puré de plátano verde sazonado con sal se llama mangú. Algunas variaciones de este plato son el tradicional mofongo puertorriqueño que se condimenta con ajo y se le agregan trocitos de chicharrón o el cayeye colombiano que es un puré de plátano saborizado con un guiso de cebolla, ajo, tomate, ají dulce y sal. En la selva amazónica peruana el plátano bellaco se utiliza para preparar un plato llamado tacacho, que parte de plátanos verdes asados y machacados que luego se mezclan con manteca de cerdo y sal. Con esta masa se arman esferas que se sirven con cecina de cerdo y chorizo.

En este punto hay que hacer una aclaración: la cocina, los cantos y expresiones musicales, las danzas, las lenguas y las formas de hablar, los conocimientos artesanales y sobre plantas, entre otras manifestaciones, hacen parte del Patrimonio Cultural Inmaterial. De acuerdo con la Unesco, este tipo de patrimonio de naturaleza colectiva se transmite de generación en generación y es recreado por comunidades y grupos en función de su entorno, de su interacción con la naturaleza y su historia. Es, en otras palabras, un pilar de la identidad y la memoria de las comunidades.

¿Recuerdan que en el episodio anterior Alejandra y Adrián contaron lo frecuente que era instrumentalizar a personas y comunidades vulnerables? Las protagonistas de «Por qué cantan las aves» son portadoras de saberes fundamentales para la memoria de un país que busca reconciliación, y así lo han reconocido desde la academia, pero…

[Alejandra] Estoy pensando un poco en Virgelina que me acordé que a ella la invitaron a ser profesora de la Universidad del Rosario. O sea, ¿quién más que te hable del conflicto armado, que te hable de la dejación de armas del M-19, que te hable de los falsos positivos? Pues ella ¿no? Ella que lo ha vivido todo. Yo decía, eso es un privilegio tener a Virgelina de profesora. Pero increíblemente esto nunca se dio… y estas mujeres que son las que realmente saben qué está pasando, porque no tienen un cartón y burocráticamente tu tienes que certificar que tu tienes colegio y no se qué, entonces no se puede justificar que alguien diera una cátedra si no tenía ni colegio, ni universidad, ni ningún diploma de nada. ¡Qué absurdo! Sobre todo si estamos hablando de memoria, si estamos hablando de paz…

Ciertos requisitos parecen convertirse en enemigos, no solo de las mismas instituciones, de sus estudiantes sino de la construcción de memoria del país.

[Alejandra] Y una cantidad de estudiantes no hacen si no visitar a Virge, ¿si? Ella a cada rato uno va y la están entrevistando una cantidad de estudiantes de todas las universidades. Porque entonces la universidad les dice «vayan que ellas son las que saben y tráigannos esa información». Pero no las invitan y les dicen «venga, sería un honor que usted venga y nos dice cómo dictar esta clase, o sea, qué tenemos que hacer».

Lo triste es que si bien hay un reconocimiento de esos saberes, la manera en que se plantean las relaciones termina por instrumentalizar, por volver objetos de referencia sin derechos, a portadoras de memoria como Virgelina.

[Alejandra] Claro y no hay ninguna retribución. Ni siquiera hay retribución, pero que vayan les digan: «vea este fue el resultado de la investigación», entonces ellas también sienten que vienen, les chupan información…

Al final, como lo señalaba Adrián, los procesos terminan por reflejar la desigualdad estructural de nuestras sociedades. Las personas más vulnerables terminan siendo instrumentalizadas e incluso revictimizadas.

[Adrián] O sea, era inevitable digamos, que uno terminara de grabar en el Centro de Memoria [Paz y Reconciliación] con Virgelina y pues, ser consciente de esas diferencias era bien doloroso.

Alejandra y Adrián se esforzaron por evitar esas dinámicas que tanto duelen y que tanto daño le hacen a las personas más vulnerables. Ser capaces de reconocer los saberes y fortalezas de estas mujeres víctimas les trajo una ganancia invaluable: es una amistad que trascendió al documental.

[Adrián] Creo que también trascendió lo artístico y lo investigativo, académico, lo que sea… en el sentido de que nosotros todavía nos hablamos con ellas y ya pues se han hecho otras cosas, las he acompañado en escenarios muy diferentes. Imagínate, nosotros rodamos eso en 2016…

…rodaron en 2016. Y cuatro años más tarde esta relación sigue enriqueciendo a todas las partes.

Hablar de las diversas presentaciones del plátano maduro en América latina y el Caribe es una labor interminable. En México suelen comerlo al vapor o al horno y lo acompañan de leche condensada. Una receta parecida es un clásico de los asados colombianos: el plátano maduro se pone a las brasas o a la parrilla con cáscara y luego se rellena con dulce de guayaba y queso. También en Colombia los aborrajados recuerdan esas preparaciones de la India en las que se reboza el plátano maduro. La diferencia está en que la versión colombiana incluye un relleno de dulce de guayaba y queso fresco. Los pedazos de plátano maduro fritos se llaman tajadas, amarillos, barandas y fritos maduros dependiendo de la región y en varios casos hacen parte de las comidas típicas nacionales como el pabellón criollo, plato insignia de Venezuela. Y en Puerto Rico, por solo mencionar un par de recetas, están el pastelón y el piñón, moldes del tipo de la lasaña en los que en lugar de hojas de pasta se ponen puré o tajadas de plátano maduro para armar las capas. La numerosa población dominicana y puertorriqueña que vive en Nueva York ha hecho que en esa ciudad el plátano maduro frito se pueda comer en casi cualquier vecindario de esa ciudad y para muchos latinoamericanos esto es una conexión profunda con sus países de origen, con su historia.

Muchas veces los gestos más sencillos terminan cambiando la historia. Para Alejandra y Adrián se trató de escuchar, de cuestionar la posición desde la que ellos estaban hablando. Gracias a eso construyeron con Daira, Virgelina y Luz Aída espacios para la creación, el aprendizaje y la crianza en donde primó el respeto por las otras personas.

[Alejandra] Cuando el nieto de Daira que era como como seis meses menor que Ema. El hijo de Kizú, Kizucito… Y Kizucito ya a los seis meses ya caminaba, hablaba y Ema todavía gateaba al año… era muy chévere como esas conversaciones y ella me decía como «es que acá, aquí los cogemos en la mano y tienen que pararse para fortalecer los huesos, estos citadinos…». Entonces todas esas historias, pues nos fueron acercando mucho más. Entonces yo me acuerdo cuando le dolía la barriga a Ema o a Joaquín yo llamaba a Daira o a Virgelina y les preguntaba qué agüita [podía darles] y me decían «dale tal matica con no sé qué». También eran como esas recomendaciones…

La harina de plátano se usa en muchas zonas del mundo para preparar coladas nutritivas para los más pequeños. El plátano verde, por su parte, tiene su versión más famosa en los tostones, tachinos o patacones que se consumen, con distintos nombres en muchas regiones latinoamericanas. Para prepararlos, el plátano verde se pela y se corta en trozos grandes que se ponen a freír hasta que cambian de color. Luego se sacan del aceite, se aplastan y se fríen nuevamente hasta que quedan crocantes. Por otra parte, las tajadas delgadas y fritas de plátano verde sazonadas con sal cambian de nomenclatura dependiendo de variables como la zona geográfica, el grosor o el tamaño del corte: mariquitas, moneditas y chifles son algunos nombres de estos pasabocas que también se consumen en Kerala y otras regiones de la India.

Al seleccionar estos ejemplos dejé muchas preparaciones importantes y emblemáticas por fuera. El ejercicio se trata, más que de hacer un listado exhaustivo, de señalar la importancia de un ingrediente como el plátano en la tradición culinaria latinoamericana y reconocer en otros lugares del mundo parte de esa herencia que nos llegó junto con un algo tan detestable como la esclavitud. Reconocer en el plátano ese elemento de resistencia, nos ayuda a entender que a pesar de que no podemos cambiar el pasado, en nosotros sí hay un poder transformador de cara al futuro.

[Adrián] Y precisamente el encuentro con Alejandra y con estas tres mujeres se dio para eso, para entender la fuerza de una narración precisamente personificado en mujeres de una fortaleza impresionante como Daira, Virgelina y Luz Aída. En ellas hay una fuerza increíble, la historia de ellas se remonta yo creo que a veinte años atrás una cosa así y son mujeres que en este momento más que víctimas son lideresas, que se han empoderado de su papel en cada una de sus comunidades aquí en Bogotá, que han aprendido más bien a convertirse en pilares para recibir, para dinamizar a otras personas que están en busca de ayuda o que están en posiciones más vulnerables y lo hacen a través de procesos de siembra, de medicina ancestral, del canto, de trabajo artístico en el caso de Virgelina con la costura, de procesos de construcción de memoria…

La construcción de memoria empieza por reconocer matices en el lenguaje, de ahí que llamar por su nombre al conflicto armado colombiano y a las otras violencias continentales resulte tan importante en procesos de reparación de las víctimas. Y quizás, la dificultad de nombrar al plátano inequívocamente nos ayude a entender que la historia y su narrativa se construyen desde muchas perspectivas.

Créditos

El documental «Por qué cantan las aves» de Alejandra Quintana Martínez y Adrián Villa Dávila se sigue programando en festivales dentro y fuera de Colombia. Para más información pueden visitar la página web de Tragaluz .

La música es parte de la banda sonora de «Por qué cantan las aves», compuesta e interpretada por Kizú Pérez en la marimba de chonta. Kizú es músico colombiano e hijo de Daira Elsa Quiñones, protagonista del documental.

Ricardo Rozental es escritor y especialista en música, hace el diseño de sonido de este programa y es mi equipo de producción.

La música de las cortinillas es una obra compuesta e interpretada por el compositor mexicano Ricardo Gallardo especialmente para Carreta de recetas.

La investigación y el guion son hechos por mí, Vanessa Villegas Solórzano.

Carreta de recetas es un programa de cocina, género, política y cultura. Para más recetas e historias migrantes visiten la página web Carreta de recetas.

La ilustración del episodio es de Diego Corzo-Rueda

Para ver la charla con Virgelina, Daira y Luz Aída tras la proyección del documental en agosto de 2020 haga click AQUÍ