Transcripción del episodio 3 de Carreta de recetas pódcast. Ilustración de Diego Corzo-Rueda

Para muchas personas el plátano define la cocina de Latinoamérica y, sin embargo, encontrar una palabra inequívoca para nombrar esta fruta a lo largo del continente resulta casi imposible. Y es que para llegar a acuerdos hay que reconocer el conflicto. Así tuvieron que hacerlo Alejandra Quintana y Adrián Villa con Virgelina Chará, Daira Elsa Quiñones y Luz Aída Angulo, las mujeres afrocolombianas víctimas de la violencia en Colombia que protagonizan el documental «Por qué cantan las aves».

INVITADOS: Alejandra Quintana Martínez y Adrián Villa Dávila

[Alejandra Quintana] Cuando ya teníamos todo el material de estar detrás de ellas, a dónde iban, fue muy difícil como uf, por dónde vamos a coger esto. ¿Cómo lo vamos a agarrar? ¿Cómo vamos a hacer esa narrativa?

Recetas para entender quiénes somos, para encontrarnos en las diferencias, recetas para reconocernos, recetas de una carreta que carga ingredientes, personas, migraciones. Esto es Carreta de recetas.

[Alejandra] Entonces yo siempre me presento Alejandra Quintana Martínez completo, siempre digo que soy feminista que en algunos espacios causa bastante puya. Me acuerdo que en un proyecto alguna vez me dijeron: «oye por favor no digas que eres feminista», porque era un proyecto con la policía. Llegué a presentarme, pero no hice caso. Dije: «soy Alejandra Quintana, feminista, activista».

[Alejandra] Pues claro, yo aprendí un montón con Adrián pues de video. Pues porque yo hacía mis videos, pero después yo dije lo que yo hago es «qué cosa tan chichipata, qué cosa tan mala». Después de ver lo que hacía Adrián yo dije «qué vergüenza lo que hago yo».

Alejandra se refiere a Adrián Villa Dávila, su coequipero en esta aventura documental llamada «Por qué cantan las aves».

[Adrián Villa Dávila] Yo soy artista plástico y realizador audiovisual que para mí son como parte de la misma práctica, que es como el ejercicio de crear imágenes y bueno, y crear discursos o pensarse el mundo a partir de eso, de la creación.

Durante los casi diez meses que trabajaron en este proyecto audiovisual Alejandra y Adrián sumaron sensibilidades y conocimientos para abordar un tema complejo desde una perspectiva poco habitual.

[Alejandra] Para mí fue una maravilla. Poder como entenderlo y además la estética superbonita que realmente no es nada fácil encontrar alguien con quien hagas click.

[Adrián] Yo en la parte teórica digamos académica de la investigación aprendí un montón de Alejandra, como sobre todo de qué manera estaba ella viendo la música y entender también la música desde un lugar desde el que yo nunca la había comprendido.

La sensibilidad de los amigos muchas veces habla por nosotros y fue gracias a la intervención de un amigo en común que Alejandra y Adrián se conocieron. No habían trabajado juntos, ni siquiera se habían visto. En 2015 el proyecto de Alejandra había salido ganador de una beca de investigación en música de Idartes, el Instituto Distrital de las artes de Bogotá y Alejandra, con casi ocho meses de embarazo, debía empezar a producir una propuesta que resultaba inusual.

[Alejandra] Para Idartes también fue una sorpresa que al presentarnos a una beca de investigación en música el resultado terminara siendo un audiovisual. Y antes de que llegara Adrián eso fue como una discusión que después supe que se había tenido también para la elección. Porque generalmente la investigación tiene como resultado un texto, pero la propuesta era hacer un video musical.

Era indudable que necesitaba ayuda, pues su aproximación trascendía lo teórico. Haberse arriesgado a presentar un proyecto novedoso cuyo resultado no se limitaba a un texto la alejaba de labores de escritorio y la obligaba a salir a la calle, a hacer trabajo de campo, a cargar equipos… con una barriga de ocho meses de embarazo… La llegada de Adrián al proyecto dio inicio a un trabajo colaborativo y de aprendizaje mutuo que cobró vida en el documental «Por qué cantan las aves» y que, como veremos, su resultado derribó fronteras y prejuicios, tejió lazos de confianza en un territorio en el que esta escasea.

[Alejandra] «Por qué cantan las aves» es un documental sobre mujeres, música y conflicto armado. La idea del documental era como mostrar las vivencias y las experiencias de mujeres víctimas del conflicto, lideresas, que están amenazadas, que no pueden volver a sus territorios, y ver cómo recrean sus territorios en Bogotá a través de la música, de su liderazgo de su activismo, de la siembra, de la comida… cómo ellas tratan de volver a generar otra vez un espacio propio a través de las artes, de la gastronomía, de la medicina ancestral…

El conflicto armado colombiano se ha extendido por más de sesenta años y resulta imposible reducirlo a una guerra de dos bandos. Es una confrontación de poderes muy compleja que en un momento dejó a Colombia una de las cifras de desplazados internos más alta del mundo según ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados. Hoy, hablar con los realizadores de «Por qué cantan las aves» y su acercamiento desde la música a dicho conflicto será la oportunidad de hablar de una fruta migrante que llegó a nosotros desde Asia, pero que los latinoamericanos sentimos como propia: el plátano.

Soy Vanessa Villegas y les doy la bienvenida a Carreta de recetas un programa sobre cocina, género, política y cultura.

Hoy en Carreta de recetas: El plátano, resistencia femenina y cantares afrocolombianos primera parte.

PARTE 1

El plátano es un ingrediente que se siente más latinoamericano que cualquiera: es esencial en la cocina del caribe y muchas personas incluso se atreven a afirmar que la define, pues así ha trascendido en el imaginario internacional, gracias al fuerte intercambio existente entre el Caribe angloparlante, Europa y América del norte. El plátano también identifica buena parte de la cocina del Pacífico a lo largo de sus litorales desde México hasta Perú. Y sería un error afirmar que la importancia del plátano se limita a las costas, pues en los más de cinco siglos de historia en el continente americano este alimento navegó por ríos, permeó cordilleras, cruzó los Andes y se arraigó en la profundidad de la selva amazónica. ¿De dónde y cómo llegó el plátano a América? ¿Por qué se convirtió en un ingrediente emblemático de la cocina de esta región del mundo? ¿Dónde más se consume?

Banano o banana, plátano, cambur, hartón, guineo, gualele y maduro son algunos de los nombres usados en Latinoamérica para referirnos a estas frutas, bien sea las que comemos frescas, o las verdes y maduras que suelen cocinarse. A lo largo de este episodio trataré de mostrar lo complicado que resulta escoger un nombre inequívoco para estas frutas y que la distinción precisa entre la fruta que cocinamos y la que comemos fresca es más compleja de lo que muchos alcanzamos a imaginar. Para esto debo hacerles una petición: cuando yo diga plátano, traten de imaginar un gran conjunto que incluye cada uno de los sinónimos que mencioné hace unos instantes, y por favor, aporten en la cuenta de Instagram Carreta de recetas los nombres que le dan en sus países a esta fruta y que yo no mencioné, sin distinción de tamaño, color, textura, de si se come fresca o cocinada, si está madura o verde.

Las inquietudes que llevaron a Alejandra a plantear el proyecto documental «Por qué cantan las aves» comenzaron hace varios años en Bogotá.

[Alejandra] Eh, sí. Todo empezó en la universidad, en la Universidad Javeriana cuando estaba estudiando música. Pues música además en la Javeriana es música occidental, blanca, masculina. Entonces pues desde ahí empieza la inquietud de bueno, y dónde están las mujeres y además qué pasa con las cantaoras, con la música colombiana. Me acuerdo que, mientras teníamos historia uno, dos, tres, cuatro, teníamos un semestre, una hora a la semana de música colombiana, y ya. Entonces de esa inconformidad con ese sesgo académico es que empezó a surgir la inquietud de dónde están las mujeres en la música y qué pasa con las mujeres no solo en el campo erudito sino en la música popular y en Colombia. Entonces es que ahí empiezo a pedir libros, porque aquí tampoco había mucha información sobre todo de qué era musicología de género. ¿Qué era eso? Eso fue entre 2000 y 2004. Aquí no había ningún documento al respecto. Empecé a pedir a través de la Universidad, porque empecé a ser docente de historia en la Universidad, empecé a pedir libros y a indagar por esa historia y de paso pues a incorporar esos contenidos en las clases. Y ya después, hago la tesis sobre miniaturas para piano en el romanticismo, y después hago la maestría en Estudios de género. Me empiezo a meter más con música popular, con música de gaitas. Por qué se llaman gaita macho y por qué se llama gaita hembra mirando toda la simbología de género de los instrumentos…

La curiosidad humana de explorar aquello qué está más allá de lo que se puede ver en el horizonte, de contestar la pregunta de si en otro lado podría tener una vida mejor, le abrió paso a las migraciones y los intercambios culturales. Algunas de las tradiciones derivadas de este enriquecimiento cultural han sido tan fuertes, tan poderosas, que cuestionar su origen se convierte en una tarea complicada.

[Alejandra] Pues yo estaba en un mundo de músicos en donde yo hablaba de género y me decían «¿ah sí a qué género musical estás hablando?». Y yo no, género, género. Entonces les explicaba femenino, masculino, construcción social… y no entendían. De ahí fue que le pusimos al libro que hicimos con Carmen Millán «Mujeres en la música en Colombia: el género de los géneros».

Y es que como lo menciona Alejandra, en el gremio de la música el enfoque de género es un tema tan poco trabajado que se presta para confusiones y chistes incómodos, por decir lo menos. Para Alejandra, además su paso por la universidad le había dejado demasiadas preguntas sobre el papel de las mujeres en la historia de la música, y de ahí surgió la investigación que luego fue libro titulado «Mujeres en la música en Colombia: el género de los géneros».

Hablemos de géneros. En 1753 Carl Lineo, el llamado padre de la taxonomía creó el género Musa y años más tarde trató de clasificar a los plátanos basándose en su uso: Lineo llamó Musa paradisiaca, musa del paraíso, a aquellas frutas que requerían cocción y Musa sapientum, musa de los sabios, a las frutas que comemos frescas. Esta clasificación se extendió hasta la mitad del siglo XX cuando el botánico Ernest Cheesman, que trabajaba en Trinidad y Tobago, se atrevió poner en duda algo incuestionable hasta ese momento. Según el botánico la distinción que parecía tan clara para el mundo desde el siglo XVIII no era tal y los plátanos que requieren cocción y los que nos comemos frescos son «hermanos», por así llamarlos, ambos descendientes de otras dos variedades. El planteamiento de Cheesman consistió romper con la tradición que separaba a la fruta que comemos fresca de la que cocinamos y, en cambio, mostró que ambas hacen parte de un único conjunto, al menos genéticamente hablando.

Incluso por fuera del mundo botánico el cuestionamiento de Cheesman dejó un planteamiento en el aire: esas fronteras que desde lejos reconocemos con tanta claridad se desdibujan cuando nos acercamos: para él vivir en Trinidad y Tobago fue fundamental para entender que la clasificación de Linneo no reflejaba la realidad, no solo porque lo vio en la diversidad de plátanos que tenía al frente y no encajaban en tal clasificación, sino porque se dio cuenta de que en el habla cotidiana de las islas esas clasificaciones también carecían de conexión con el uso.

Para que Alejandra entendiera que su mirada era importante, debió tomar distancia de la academia.

[Alejandra] Pues como todo en la vida de las personas surge de un momento específico, un día, un segundo. Y efectivamente. Yo estaba trabajando en la Secretaría distrital de la mujer como asesora de despacho en comunicaciones. Yo tenía un equipo y cada equipo se iba como a buscar mujeres y a grabar las narraciones. Y en una de esas llegó la de Luz Aída Angulo. Me llegó solo como un video de dos minutos ella interpretando una canción de como de su experiencia con el desplazamiento. Ahí fue que yo pensé y dije: yo quiero trabajar qué pasa con la música y con el desplazamiento y con el conflicto armado. Yo en principio lo planteé en la Secretaría de la mujer, no fue el espacio, afortunadamente, pero entonces desde ahí empecé a pensarme el proyecto, y ya…

En la medida en que Alejandra y Adrián comenzaron a abordar el proyecto se dieron cuenta de que era demasiado ambicioso hablar de mujeres, música y conflicto armado desde un plano general, pues la diversidad de variables por regiones y formas de violencia en Colombia los desbordaba.

[Adrián] Aleja estaba como entrevistando y conociendo a distintas mujeres de distintos contextos y distintos lugares… pero nos dimos cuenta, que donde definitivamente había un potencial y una fuerza que nosotros mismos no alcanzamos a definir ni a comprender en el rol de la música, era en las comunidades afro.

Como en todo proceso de selección, la parte más compleja fue decidir aquello que debía quedarse por fuera.

[Adrián] Digamos que llegamos al tema de las cantaoras y fue como llegamos finalmente a las protagonistas del documental que son Virgelina Chará, Daira Elsa Quiñones y Luis Aída Angulo.

[Adrián] Por un lado, no podíamos contar de manera concreta y digamos tipo relato periodístico, porque evidentemente nosotros o digamos que el tiempo y los recursos de los cuales disponíamos para el documental no nos permitían abordarlo de esa manera. O sea, nosotros teníamos que tener claro que íbamos a poder tocar unas pocas cosas y esas pocas cosas eran más como insinuaciones a través del protagonismo del canto a la vida de ellas y digamos al rol que han tenido ellas como lideresas y pues a su historia particular.

Volvamos al plátano, al enredo enorme al que nos enfrentamos cuando tratamos de seleccionar la palabra correcta para nombrar esta fruta en el mundo hispanoparlante.

Les traigo algunos ejemplos: en buena parte de Colombia se usan las palabras plátano y guineo para la fruta que se cocina, dependiendo de su tamaño, y banano para aquella que comemos fresca. En México plátano, a secas, es la fruta fresca y plátano macho la que se cocina; en El Salvador y República Dominicana la fruta fresca se llama guineo, la que se cocina, plátano. En Argentina, la fruta fresca es la banana y no usan aquella que requiere cocción. En Venezuela cambur denomina a la fruta fresca y plátano a la que se cocina.

Ahora vamos a una cita del libro de Harold McGee, La cocina y los alimentos que es referencia obligada en estos temas y que muchos especialistas en cocina lo consideran un texto fundamental, escrito originalmente en inglés en 1984 y traducido al español en 2008. La traducción dice así: «En general, los plátanos son variedades dulces para postre, y las bananas, variedades feculentas para cocinar». ¿Qué? El traductor de este libro es español y esto lo sabemos por la selección de palabras que usó para designar como «plátano» a la fruta fresca y como «banana» a aquella que se cocina. El problema es que al enfrentarse con lectores en América Latina su decisión resulta errada, pues como vimos, en buena parte de este lado del Atlántico no coincidimos con él, de hecho, su elección lingüística va en la dirección contraria a nuestro uso. Pero vayamos un poco más al fondo.

Si nos basamos en las cifras, miren lo arbitraria que resulta esta decisión: de acuerdo con el Instituto Cervantes, en 2019 los hablantes de español como lengua materna en el mundo eran alrededor de 480 millones de personas. De ellos, 47 millones correspondían a España. Esto quiere decir que las acepciones seleccionadas por el traductor representan a menos del diez por ciento de la población hispanoparlante. ¡Qué traducción tan problemática para los lectores latinoamericanos, en su mayoría familiarizados con otros usos y variedades de plátano! Y esto no ha merecido ni siquiera una nota aclaratoria en las ediciones y reimpresiones del libro publicadas desde 2008.

La pregunta que se hizo Cheesman vuelve a tener sentido en este contexto: ¿desde dónde estamos hablando? ¿Quiénes y cómo deciden la manera de clasificar algo a la distancia? ¿Por qué el criterio de unos pocos se impone sobre la mayoría? Apelar a los usos cotidianos debería ser una herramienta fundamental a la hora de tomar decisiones complejas.

[Adrián] Porque no trabajamos con un guion. Había como unas ideas y unos conceptos base como a partir de los cuales nosotros también enfocábamos un poco los registros, pero en general fue como una construcción de confianza con cada una de ellas.

[Alejandra] Exacto. Allá iba mi punto que justamente pues si estás trabajando con mujeres víctimas, que al principio pues fue muy difícil entrarles… Fue de tiempo y no de una llegar y decirles venga pues la voy a filmar, sino entrar en la vida de ellas, acompañarlas… Cuando ellas pudieran, cuando ellas quisieran… Las llamábamos como:

¿qué estás haciendo hoy?

Hoy voy a ir a sembrar

¿Te podemos acompañar?

Sí, listo, vamos

Y así fue que se fue haciendo el documental, como decía Adrián sin ningún guion sino a partir de las vivencias de ellas y de la vida cotidiana íbamos filmando y nos íbamos adentrando en la medida en que ellas lo iban permitiendo.

La manera en que iban a desarrollar el guion o mejor, a guiar el trabajo, les planteó a ambos, preguntas éticas fundamentales: ¿cómo trabajar con mujeres víctimas de la violencia? ¿cómo evitar la revictimización?

[Adrián] Es clarísimo en muchos contextos la manera en que se instrumentaliza el relato, la persona y bueno, comunidades enteras. Y en este caso creo que ellas son muy conscientes de eso, porque ellas nos fueron abriendo la puerta de a poco.

En el próximo programa quedará más claro cómo opera la instrumentalización.

Construcción de confianza. Van a escuchar esto con frecuencia. Virgelina, Daira y Luz Aída no tenían más que la palabra de Alejandra y Adrián, a quienes habían conocido hacía poco, para aceptar ser parte de este proyecto. Y piensen en lo frecuente que es que alguien se apropie de una historia de vida valiosa, impactante, para luego venderla como creación propia desconociendo la autoría de su protagonista. Virgelina, Daira y Luz Aída ya habían pasado por demasiadas cosas… Para Alejandra y Adrián distanciarse de esas prácticas tan frecuentes como reprochables implicó nuevos desafíos.

[Alejandra] Lo que queríamos hacer y el énfasis también que entendió Adrián muy fácil fue la no revictimización. ¿Cómo vamos a hacer un documental en donde ellas sean las protagonistas y además que ellas sean quienes cuenten su historia? Ellas fueron prácticamente las que armaron el libreto. Nosotros simplemente cogimos las cosas como una lámpara que iba a hacer como focos en donde fuéramos viendo que podíamos unir esas historias.

Quizás como ocurre con las recetas de familia que han pasado de generación en generación y que solo son compartidas cuando el destinatario ha demostrado respeto y se ha ganado la confianza de quien sea dueño del recetario, las protagonistas de «Por qué cantan las aves» exigieron lo mejor de Alejandra y Adrián, pues abrir la puerta de sus casas significaba entregarle sus historias de vida a unos extraños.

[Adrián] Es más como acompañar la voz de ellas, como descubrirla… como ver desde qué lugares puede uno arrojar cierta luz a la vida de ellas, como lo decía ahorita Alejandra. Más que hablar por ellas es como de qué manera sumar un poco la voz de uno a la de ellas.

PARTE 2

Recetas para entender quiénes somos, para encontrarnos en las diferencias, recetas para reconocernos, recetas de una carreta que carga ingredientes, personas, migraciones. Esto es Carreta de recetas.

¿De dónde viene el plátano? Se dice que fue Alejandro Magno el primero en hablar del plátano como fruta de los sabios cuando lo conoció en el siglo IV antes de la era común y desde entonces la conexión con la sabiduría se mantuvo al punto que quedó inscrita en el nombre científico Musa sapientum, fruta de los sabios, dado por Linneo el ya mencionado taxónomo sueco en el siglo XVIII.

Trataré de trazar la ruta. Se cree que el plátano se originó en la región del archipiélago malayo, zona comprendida entre el sudeste asiático y Papúa Nueva Guinea. Es allí en donde se encuentra la mayor diversidad genética de esta fruta y donde se conservan de manera silvestre algunas de las variedades de las que se cree, se derivaron las frutas que conocemos hoy en día. Se sorprenderán con las diferencias que hay entre la fruta silvestre y la que llega a nuestras mesas que podrán apreciar con una simple búsqueda en internet. Las frutas silvestres tienen una enorme cantidad de semillas que rápidamente nos harían desistir de comerlas.

La mayoría de autores parecen convenir en que los viajeros mediterráneos liderados por Alejandro Magno conocieron al plátano en tierras de lo que hoy sería la India en el año 327 antes de la era común. Las plantas para cultivo llegaron a Madagascar gracias a los comerciantes árabes alrededor del año 500 de nuestra era y de ahí se redistribuyeron al resto de África tropical incluidas las islas Canarias. En 1516, casi mil años más tarde de su presentación en el Mediterráneo, el plátano viajó en barcos a este lado del Atlántico. Había dos razones muy importantes para cargar esta fruta: la primera, su gran valor nutricional y energético, la segunda, era un alimento que los africanos esclavizados conocían bien y por lo tanto sabían cocinar y de esto hablaremos en la segunda parte de este programa.

Cuando, los comerciantes árabes embarcaron los primeros retoños de plátano en las costas de la India no alcanzaron a imaginarse que esta fruta iba a convertirse en la fuente básica de la alimentación en una buena parte de Asia, África y América. El plátano escribió su historia propia historia.

[Adrián] Fue un reto gigante trabajar digamos sin un plan de rodaje concreto e ir descubriendo en el proceso los conceptos narrativos, de qué manera podían entramarse los relatos de cada una, cómo hacer ciertas puestas en escena que sí logramos hacer, digamos, sobre todo en lo musical. Y realmente el documental tiene muchas formas de aproximarse y pues es muy común que uno trabaje desde un guion y un plan de producción clarísimo, pero pues no… en nuestro caso un poco la investigación… creo que la preproducción fue como, no sé… un mes y de ahí fueron cinco o seis meses de rodaje. O sea, teníamos una grandísima cantidad de material que tuvimos que montar en un mes y medio, creo, no recuerdo ahorita el tiempo…

Alejandra y Adrián tenían claro que querían que la música fuera el hilo conductor del documental. Sin embargo, la manera en que eso se iba a materializar dependía, en buena medida, de las voluntades de las mujeres que habían escogido como protagonistas, del respeto que demostraran por su historia, por sus vidas, y por ellas como personas.  

[Adrián] Y ese abrirnos de a poco era, pues, conocernos y darse cuenta quiénes éramos nosotros y desde dónde estábamos trabajando y qué estábamos mirando, con qué sensibilidad. Y un poco desde allí fue que se construyeron las imágenes y el mismo montaje. Y a pesar de que no fue un trabajo completamente colectivo creo que sí fue en gran medida formado por las voluntades de ellas. Ellas nos permitían a nosotros acceder a ciertos espacios, nos contaban ciertas cosas, otras no. Y eso fue un gran reto, porque definitivamente en el montaje nosotros tuvimos que empezar a armar como un rompecabezas lo que ellas nos concedieron.

En los rodajes de documentales es frecuente que realizadores y equipo de producción le pidan a quienes van a grabar que actúen como si no estuvieran allí, que sigan con su vida normal como si el entorno no estuviera alterado por cámaras y equipos. Lejos de respetar esa distancia, se podría decir que Alejandra y Adrián tuvieron que asumir la posición totalmente contraria: acompañaron la vida de Virgelina, Daira y Luz Aída integrándose a sus espacios cotidianos, formando parte de sus vidas teniendo siempre una pregunta como premisa: hasta dónde podemos llegar.

[Adrián] Uno puede trabajar con la mejor de las intenciones, pero obvio, o sea uno está siempre un poco preguntándose hasta dónde puede uno llegar con ciertas preguntas, con ciertos encuadres, no sé…

La evidencia más antigua da cuenta de que fue en Papúa Nueva Guinea donde ocurrió la domesticación de aquellas frutas silvestres cargadas de semillas y se remonta a siete mil años atrás. ¿En qué consistió la domesticación? En preferir y seleccionar las plantas que producían frutas con pocas semillas. Es posible que por la naturaleza misma de la planta esta característica se hubiera dado de manera espontánea, y los humanos intervinieron a la hora de preferirlas, seleccionarlas y aprender a reproducirlas.

¿Quiere decir esto que los plátanos son una fruta marcada por la intervención humana? La respuesta es no y sí. No porque, como parecen señalar los expertos, esta hibridación se dio de manera espontánea, fue parte de la dinámica de la naturaleza. Sí, porque hace siete mil años las comunidades humanas identificaron algunas plantas que daban plátanos con menos semillas, las prefirieron y aprendieron a reproducirlas.

Alejandra y Adrián debieron revelar lo que tenían por dentro casi como si fueran una fruta que debe exponer sus semillas. Pues para construir lazos de confianza, es necesario que ambas partes se expongan.

[Alejandra] Sí, fíjate que también ahí lo importante fue que, así como ellas poco a poco se fueron abriendo, pues nosotros también, pues con nuestras historias de vida, con nuestras familias. Y eso para ellas también fue muy importante. Yo me acuerdo que tenemos unas imágenes superbonitas de Daira cargando a Ema…

Entender la vulnerabilidad de los demás a pesar de las diferencias es fundamental para abrir esa puerta que permite pasar de la pregunta «cómo quiero que me vean» a expresar «quién soy yo».

[Alejandra] Entonces se fue creando una relación muy abierta, cotidiana, muy sincera. Entonces yo creo que eso también permitió que se diera el resultado que se ve en el documental.

Un grupo de científicos sugiere que el plátano llegó al continente americano mucho antes de que los españoles lo trajeran en sus barcos. Para sustentar esta aproximación usan como punto de referencia ciertas variedades de plátano silvestre que se encuentran en las selvas mexicanas, ya que guardan fuertes similitudes con aquellas del sudeste asiático y Papúa Nueva Guinea de las que hablé hace un rato. Una posibilidad es que hayan sido los pájaros los que cargaron las semillas hasta llegar a costas mexicanas. Otra opción es que esta variedad haya sido importada de manera accidental en la Nao de China o Galeón de Manila, como se conocía a los barcos españoles que desde 1565 cruzaron el océano Pacífico desde Manila hasta costas de la Nueva España, ahora México, con una frecuencia de dos veces por año. Por el momento a los científicos les ha sido difícil llegar a una respuesta certera.

Alejandra contó que cuando le avisaron que se había ganado la beca que la llevaría a hacer «Por qué cantan las aves», tenía casi ocho meses de embarazo. Su segunda hija, Ema, es a quien Daira cargaba mientras filmaban, pues las labores de madre no podían detenerse.

[Alejandra] Y claro yo me acuerdo que nos fuimos de un día para otro y claro, yo estaba llena de leche, porque pues Ema qué tenía… no sé, dos meses… Y yo la dejé de un día para otro y fue bien difícil. Yo me acuerdo que esa noche me tocó sacarme una cantidad de leche, porque claro, teníamos que filmar, en fin y estábamos ahí con Virgelina…

Ema nació en medio del proceso de producción del documental y, a pesar de que Alejandra tenía derecho a hacer una pausa para dedicarse a su hija, confió en que podría seguir trabajando. Cuando no fue posible estirar más el cronograma, Alejandra tuvo que valerse de toda su capacidad argumentativa para demostrarle a una entidad pública que la licencia de maternidad es un derecho.

[Alejandra] Queríamos pedir una prórroga pues porque estábamos viendo que no íbamos a alcanzar. Entonces dijimos pues el argumento obviamente es que yo parí mientras teníamos el documental. Entonces era lógico que dijéramos pues nada, dennos por lo menos tres meses más que son los de entre comillas la licencia de maternidad y entregamos. Y nos dijeron: «No, esto no es un contrato de prestación de servicios, ni un contrato laboral. Ustedes no pueden pedir ese plazo y no». Entonces pues claro con Luz Gabriela Arango, fallecida, un amor de mujer, en ese momento era la directora de la Escuela de estudios de género, entre las dos empezamos a escribir una carta argumentando desde los derechos fundamentales, feminismo, en fin. O sea: sí o sí me tienen que dar un plazo, porque así lo tienen que hacer.

Finalmente, el equipo de abogados de Idartes cedió y Alejandra tuvo derecho a la licencia de maternidad que le habían estado negando. Y es que Alejandra contaba con un respaldo académico y una formación que le permitían increpar a una institución pública. La historia de Virgelina, Daira y Luz Aída es distinta. Sus derechos fundamentales han sido vulnerados innumerables veces no solo por actores armados de distintas tendencias políticas sino por el Estado mismo, al punto de tener que desplazarse de sus territorios para proteger sus vidas. A las protagonistas de «Por qué cantan las aves» las instituciones encargadas de protegerlas las han defraudado una y otra vez.

[Alejandra] Que para ellas fue un poco también recuperar la confianza en los extranjeros y las extranjeras entre comillas, ¿sí? A qué me refiero: yo me acuerdo que cuando hablamos con Virgelina al inicio del proyecto ella era como: «sí, claro, van a hacer un documental, ah sí». Ella como que iba a las reuniones y como «ah sí claro, uh sí un documen…». Como diciendo: no nos hablen paja porque efectivamente esto nos lo han dicho mil veces y vienen y nos pintan mil pajaritos y no nos salen con nada.

En el próximo episodio Alejandra y Adrián nos contarán qué pasó con «Por qué cantan las aves» y la firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP. Además, seguiremos ahondando en la historia del plátano, su relación con resistencia de las comunidades afrodescendientes del continente americano y exploraremos algunos sabores de África.

[Adrián] Pero sí, o sea cada una tiene una historia que valdría la pena tranquilamente hacer tres documentales y, de hecho, más o menos en eso estamos, venimos trabajando desde hace casi un año o más.

Créditos

La música es parte de la banda sonora de «Por qué cantan las aves», compuesta e interpretada por Kizu Pérez en la marimba de chonta. Kizu es músico colombiano e hijo de Daira Elsa Quiñones, protagonista del documental.

El documental «Por qué cantan las aves» de Alejandra Quintana Martínez y Adrián Villa Dávila se sigue programando en Festivales dentro y fuera de Colombia. Para más información pueden visitar la página web Tragaluz punto video.

Ricardo Rozental es escritor y especialista en música, hace el diseño de sonido de este programa y es mi equipo de producción

La investigación y el guion son hechos por mi, Vanessa Villegas Solórzano.

La música de las cortinillas es una obra compuesta e interpretada por el músico mexicano Ricardo Gallardo director artístico de Tambuco ensamble de percusiones de México, especialmente para Carreta de recetas.

La ilustración del episodio es de Diego Andrés Corzo-Rueda

Carreta de recetas es un programa de cocina, género, política y cultura. Para más recetas e historias migrantes visiten la página web Carreta de recetas punto com.